VOTO ELECTRÓNICO EN CHILE
¿Llegó la hora de decir adiós al lápiz y el papel?
Todo un reto sería superar al sistema actual de elecciones que rige en Chile, que -según los expertos- se caracteriza por su eficacia y transparencia, así como por registrar uno de los costos por votante más bajos de Latinoamérica. Por eso, implementar el voto electrónico, independientemente de su modalidad, tendría una vara alta que saltar y riesgos que solucionar. Sin embargo, los expertos coinciden en que la suma y resta final daría positivo.
La votación a través de urnas electrónicas es común en países como EEUU o algunos de Europa, algo que en la Región aún no es práctica frecuente, aunque muestra ya varias experiencias, en naciones como Brasil, pionero en la materia en 1996, México, Ecuador y Venezuela, entre otras.
En Chile, no existen hasta el momento pruebas de voto electrónico en elecciones nacionales o municipales, sí algunos ensayos, como la elección de consejeros indígenas de la Conadi en 2008, un ejemplo exitoso de la integración de las TI al proceso eleccionario.
La diferencia, con Brasil, por ejemplo, es que allí había una alta tasa de fraude electoral, así como una gran demora en el recuento de los votos, algo que con el e-voto tuvo solución. En nuestro país, en cambio, el sistema de sufragios, pese a que podría catalogarse como anticuado, por su estilo manual en base a lápiz y papel, funciona y lo hace bien, siendo incluso uno de los más trasparentes y rápidos a nivel global.
Además, a pesar de que en las últimas elecciones municipales suscitó ciertas críticas por la figuración de personas fallecidas entre los potenciales votantes, recuentos que no calzaban y denuncia de extravío de votos, lo que podría dar génesis a una crisis de confianza de la ciudadanía, el tema del voto electrónico no ha sido prioridad en el debate o a nivel normativo, como sí lo ha sido el voto asistido, la inscripción automática y el voto voluntario.
Los ejemplos internacionales
Dada la experiencia mundial en el tema, implementar un sistema de voto electrónico no tiene una, sino varias opciones. Hay tres ejemplos principales, “que han tenido gran éxito en sus países respectivos”, según destaca José Orlandini, Gerente de la División Servicios de Integración y Outsourcing TI de Sonda. Uno de estos es la urna electrónica, que reemplaza a la papeleta tradicional y donde los electores asisten a su lugar de sufragio, se identifican (proceso que puede ser manual o incluyendo tecnología biométrica) y votan presionando la tecla adecuada en el equipo o urna electrónica. Esta puede estar conectada en línea, por lo que el recuento es inmediato, como es la experiencia de Venezuela, o bien offline, y después conectarse al centro de procesamiento central, como en Brasil. Generalmente, el voto en urna electrónica se acompaña de uno impreso que se guarda en una urna sellada.
José Orlandini, SONDA. José Miguel Piquer, INRIA CHILE y UCH. Edgardo Torres Caballero, SCYTL. Tomás Barros, INRIA CHILE.
También existe el voto por Internet, un sistema implementado en Francia y varios otros países europeos, donde no es necesario asistir a un lugar de votación: un sistema de seguridad electrónica permite independizarse del equipo físico. En general, en este caso, existe un plazo de varios días para sufragar.
De acuerdo a José Miguel Piquer, Director Científico de Inria Chile y Profesor de la Universidad de Chile (UCH), respecto a esta última modalidad, Estonia es el caso más emblemático y que ha desarrollado más elecciones vinculantes por Internet, utilizando la cédula nacional de identidad que incluye un certificado electrónico que autentifica a todos sus ciudadanos.
¿Qué experiencia debemos replicar?
Para el ejecutivo de Sonda, “lo primero, es explicar que existen múltiples modalidades de voto electrónico y no todas parecen tener ventajas que sean aplicables a la situación actual de Chile”. Agrega que “el ejemplo de los países europeos es el que mejor se ajusta a nuestras necesidades actuales, sobre todo teniendo en cuenta que uno de los principales problemas del país -de acuerdo a la ciudadanía- es el voto en el extranjero”. Este mecanismo -complementa- permitiría incorporar chilenos residentes en el extranjero, así como disminuir drásticamente la abstención de aquellos radicados en Chile, dado que no sería necesario que concurran a los locales de votación. Después de implementar eso, aconseja, se puede continuar en una segunda etapa con sistemas de votación en línea dentro de Chile.
Para el Académico de la UCH, en cambio, “el voto en urna electrónica, según el modelo de Brasil, sería un buen avance para Chile: permitiría eliminar la sobrecarga que hoy existe sobre los vocales de mesa (bastarían menos personas y se irían mucho más temprano) y los errores humanos en los recuentos, y haría mucho más fácil votar para los discapacitados”. A esto añade que la implementación de un registro electoral electrónico sería excelente, ya que posibilitaría que sufragáramos en cualquier local de votación.
En tanto, “el voto por Internet está lejos de poder usarse para elecciones muy importantes, pero sí para consultas ciudadanas, elecciones sindicales, etc. Hay muchas aplicaciones donde podemos ir probando y validando la tecnología”, comenta.
“Chile cuenta con una buena infraestructura de TIC, cultura tecnológica general y los medios para adoptar esta y otras soluciones de modernización TI”, aclara Edgardo Torres Caballero, Director General de Scytl para América Latina y El Caribe. Lo importante es, a juicio de Tomás Barros, Director Tecnológico de Inria Chile, que “dado lo delicado de un sistema de votación nacional, por el impacto en la nación, la confianza de los electores y que no debe haber absolutamente ningún cuestionamiento a la transparencia, cualquier solución debe desarrollarse dirigida por el Servel o alguna comisión, y vigilada por universidades chilenas”.
Asimismo, aconseja que se debe utilizar solo tecnología disponible en la academia, y estándares abiertos sin ninguna licencia propietaria. “Esto, independientemente de que puedan haber diversos proveedores privados y extranjeros por ejemplo de hardware, cloud o servicios como backup. Hay muchas técnicas que impiden cualquier intervención aun cuando no se tenga control al 100% del hardware, cloud, la red o servicios anexos”, explica.
Los beneficios
En términos generales, si en Chile optáramos por el voto electrónico se darían varias ventajas, “como facilidad de uso, ubicuidad (votar en cualquier parte), recuento instantáneo y eliminación del error humano en los conteos”, sostiene José Miguel Piquer.
Al respecto, el Director Tecnológico de Inria explica que “al mantener un registro electrónico de votantes, no se requiere un libro específico por cada local y los electores podrían ir a sufragar al local que más les acomode”. En tanto, si la opción fuera votar a través de una clave secreta en cualquier parte del mundo, sin duda sería “un sistema más inclusivo”, recalca José Orlandini. Sus ventajas se verían reflejadas, agrega, “en el aumento de participación ciudadana y en las facilidades que podría brindar a los votantes con discapacidad física y que hablen otras lenguas, como pueblos originarios. También posibilitaría realizar consultas más complejas para ciertos temas, pero, sobre todo, beneficiaría a los chilenos que residen en otros países”.
Los recuentos en el primer caso (urna electrónica) serían instantáneos, según explica Tomás Barros, “sin embargo, en Chile el conteo manual de las papeletas es bastante eficiente por lo que no se vería como una gran mejora”. Finalmente, el error en las urnas de papel no es despreciable: “mesas que no cuadran en número de votos, firmas de votantes y números seriales. Esto sin considerar aquellos votos con marcas que dejan en duda si corresponde a blanco, nulo o válido. El uso de voto electrónico reduciría drásticamente el error de manipulación manual”, agrega el ejecutivo de Inria.
Sin duda, “significativas ventajas respecto a sistemas convencionales, como conveniencia, flexibilidad, rapidez, exactitud, transparencia, auditabilidad, accesibilidad, costos, etc”, destaca el ejecutivo de Scytl.
Riesgos por superar
Pese a que hay consenso entre los expertos de que un sistema electrónico de sufragio sería beneficioso para Chile, aún queda pendiente resolver ciertas trabas. La credibilidad, para algunos, podría ser la principal de estas. “¿Cómo demostrar a la sociedad que el resultado no fue manipulado?”, señala el Académico de la UCH. Y es que al ser PCs los que reciben los votos y los contabilizan, resulta -a su juicio- muy difícil comprobar que no hubo fraude, en particular si sospechamos del organismo que organiza la elección o del proveedor de TI.
Para Tomás Barros, a diferencia del sistema tradicional en papel, donde la gran mayoría de la población actúa como observador que da garantías de la transparencia del proceso, en el sistema electrónico “el mayor riesgo es que cualquier cuestionamiento puede introducir dudas y suspicacias que son mucho más difíciles de aclarar a la población general”; se requiere cierto nivel de conocimiento técnico en los observadores. Por eso se suele usar un sistema de respaldo en papel donde se imprime el voto, además de la versión electrónica.
Entonces, la seguridad sigue siendo un reto en todos sus aspectos: privacidad (que no se sepa por quién se votó), integridad (que no modifiquen los datos), precisión (que los votos estén bien contados), auditabilidad (que se puedan verificar los votos), etc.
“Es complejo, ya que hay que dar garantías que pueden parecer incluso contradictorias”, sentencia el Director Tecnológico de Inria. En lo concreto esto es: asegurar al ciudadano que no es posible conocer su opción, ni siquiera para quienes administran el sistema, pero al mismo tiempo garantizarle que, a pesar de no saber por quién voto, su elección fue incluida en el conteo y en la opción correcta. “Afortunadamente existen técnicas y protocolos criptográficos que pueden dar respuesta a estas necesidades”, indica. Así opera la banca comercial y diariamente miles de millones de datos son transferidos por la red sin problema; nadie se cuestiona efectuar transacciones electrónicas bancarias por seguridad. Por lo mismo, pese a este reto, la seguridad “de ninguna manera puede ser un obstáculo para los sistemas de votación electrónica”, expresa el ejecutivo de Sonda y añade que “si Chile desarrolla una buena institucionalidad que resguarde los datos, el riesgo será muchísimo más bajo con mecanismos de votación electrónica que con mecanismos de votación manual”.
Al respecto, Edgardo Torres Caballero enfatiza que “el riesgo de cualquier sistema de votación no radica en la solución en sí, sino en los individuos que lo manejan. En este sentido los formatos tradicionales son más propensos a errores o fraude, que un sistema electrónico que contiene medidas de seguridad, cifrado de la data o aseguramiento de la misma, trazabilidad, y transparencia procesal, que limitan y previenen la manipulación o error humano”.
Implementar algún sistema de voto electrónico en Chile, coinciden los expertos, representa sin duda un gran desafío, que requerirá un cambio tecnológico relevante que puede tardar años, así como una inversión importante y el involucramiento por parte del Estado, junto con aspectos políticos, legislativos, educacionales y sociales, pero se trata de un gasto y esfuerzo iniciales que terminarán generando ahorros y múltiples beneficios. Una suma y resta que arroja un resultado positivo.