Una de las posibilidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías es la de teletrabajar (TT), es decir, ejecutar labores en forma flexible, sin depender de la presencia física del empleado, sino de la capacidad individual para realizar una actividad.
Países latinoamericanos como Uruguay ya están aprovechando las ventajas que entrega este sistema, creando miles de puestos de trabajo que dependen del buen desempeño y no necesariamente de un título profesional. Con esto, el país del Atlántico ha disminuido la cesantía y ha potenciado la inclusión en el trabajo tanto de personas discapacitadas como de una fuerza laboral postergada por la falta de estudios superiores. Se calcula que el 40% de los teletrabajadores uruguayos es independiente y gana entre US$1.000 y US$1.500 al mes.
Se trata del caso de Ignacio, un dibujante publicitario uruguayo de 28 años, hoy contratado por clientes de Bangladesh, India, para desarrollar los dibujos animados de un nuevo juego interactivo. Su trabajo consiste en entregar 10 dibujos semanales a su cliente y recibe a cambio un pago semanal a través de su cuenta en PayPal. Además, tiene clientes en Perú, México y Estados Unidos, y ofrece caricaturas, imagen corporativa, diseño de packaging, bocetos para revistas y mucho más. Nunca ha visto a sus clientes. Su trabajo no tiene fronteras ni horarios y sólo depende de las relaciones de confianza y la reputación que establece con sus clientes.
Uruguay ha logrado este avance a través de medidas que incentivan la cultura tecnológica. Es así como hoy cuenta con una Oficina de Desarrollo Digital que tiene a cargo la organización de las políticas públicas en torno a la tecnología y que reporta directamente al Presidente de la República, teniendo la eficiencia necesaria para implementar, por ejemplo, carpetas, expedientes y sistemas de pago electrónico para los municipios y planes de inclusión social a través de las herramientas TIC.
El desarrollo de las TI
Ya sea en servicios de call center, oficinas de atención en línea, desarrollo de software o en cualquier otra área que no requiera interactividad física, se puede asumir el TT como una alternativa que facilita la contratación de personal capacitado, evita la discriminación laboral, disminuye los tiempos y costos de traslado y constituye una atractiva posibilidad para trabajar con empresas internacionales que requieran servicios a distancia.
En Chile, el TT se practica desde hace varios años y, si bien no existen estadísticas oficiales, se estima que desde el 2003 alrededor de 320 mil chilenos estarían realizando algún tipo de teletrabajo y las empresas tienen una visión cada vez más favorable hacia este sistema. Ante este escenario, a través de políticas públicas certeras y organismos más eficientes se podrían establecer cerca de 600 mil nuevos empleos, cifra cercana al millón de puestos que se dispuso crear el Presidente Sebastián Piñera.
Para llevar esto a cabo, es necesario emular las acciones de vecinos latinoamericanos hacia una cultura tecnológica, que se construya sobre la base de una institucionalidad política clara para la digitalización del país, que genere organismos con las facultades suficientes para la expedita gestión de proyectos y programas tecnológicos.
El nuevo Gobierno debería poner especial énfasis en el desarrollo de las TI y en la posibilidad de masificar el teletrabajo como opción real para la creación de nuevos empleos y de una economía orientada a la innovación.