Alejandro Morán, socio de Sector Público de everis.
Recientemente, y en el marco de las actividades del Día Mundial de las Telecomunicaciones, Chile y Japón firmaron una importante declaración conjunta para la cooperación en materia de tecnologías, conectividad y comunicaciones, la que contempla el avance de sistemas de comunicación para la prevención y atención de desastres naturales, entre otros aspectos.
En ese marco, los acontecimientos ocurridos en el norte y sur del país pusieron de manifiesto, una vez más, la necesidad de acelerar la acción legislativa y de Gobierno para dotar a nuestro país de un sistema de gestión integral de situaciones de emergencia. Cuando se habla de integral se refiere a abarcar todas las aristas a manejar antes, durante y después de la situación excepcional, o sea, evaluación de riesgos y preparación de planes de respuesta; alerta temprana; respuesta eficaz cuando se produce la emergencia, con intercambio oportuno de información y en tiempo real; y recuperación de la zona afectada, donde la planificación es fundamental. El sistema debe coordinar a todas las instituciones –ya sean comunales, regionales o nacionales– que deban intervenir, incluyendo agentes privados.
Así lo plantea Alejandro Morán, socio de Sector Público de la multinacional everis, quien explica que esa gestión “debe incorporar todas las tecnologías para facilitar el accionar de las unidades intervinientes, tales como redes de telecomunicación redundantes que minimicen el riesgo de caída del servicio; redes de sensores para monitoreo y alerta temprana, complementadas con algorítmica y técnicas de Big Data; y sistemas cartográficos avanzados para la evaluación de riesgos, simulación de desastres, formulación de respuesta y seguimiento de las intervenciones”.
El ejecutivo destaca la acción que Japón (país que desde 2010 mantiene acuerdos con Chile para la cooperación en prevención de desastres) ha desarrollado tras el terremoto y tsunami de 2011. “El país asiático ha ejecutado planes maestros en zonas afectadas para asegurar la continuidad operativa de la infraestructura crítica –principalmente energía y comunicaciones– con un uso intensivo de la tecnología”, argumenta.
Aunque las catástrofes naturales no se pueden evitar, el incorporar las mejores prácticas mundiales en su gestión, aprendiendo y adoptando innovaciones, hará que se esté en disposición de minimizar sus consecuencias.