Por Diego González, CEO en Defontana.
Cómo producir más, con los mismos recursos y de manera sostenible, es uno de los grandes desafíos que tenemos por delante. En Chile, se acaba de lanzar una Agenda de Productividad con 40 medidas en nueve ejes que busca conseguir una productividad de al menos un 1,5%. Entre ellos, está la digitalización, innovación y transformación productiva, mejoramiento de procesos y capacitación. Todos ámbitos para los cuales la tecnología es transversal y un apoyo clave para conseguir el objetivo final que se persigue.
Sin embargo, eso no es nuevo. Estamos conscientes del impacto de la tecnología en todos los ámbitos socioeconómicos. Las consultoras especializadas, año a año comentan las tendencias en esta materia y la tecnología es, por lejos, la principal área de inversión para aumentar la productividad, siendo la automatización de procesos el ámbito con mayor repercusión.
Según Accenture, las empresas que apuestan por una estrategia basada en la digitalización crecen cinco veces más que las que no lo hacen; y qué decir de los países que han hecho de la digitalización de sus industrias una estrategia-país, como es el caso de Alemania, Singapur o Corea del Sur.
Contar con una política nacional que ayude a configurar la digitalización como una prioridad, sin duda es el primer paso para avanzar no solo en productividad, sino también en las diversas áreas transversales a la sociedad para crecer y desarrollarse.
En las últimas décadas ha habido diversas agendas digitales y se ha subido y bajado en los rankings mundiales de productividad, es de esperar que esta vez sí se logre entender que la inversión en nuevas tecnologías emergentes como Inteligencia Artificial, Big Data y Ciberseguridad para construir un ecosistema integrado de gestión digital, que sea el motor del país, es clave y no puede seguir esperando.