Por Víctor H. Espinoza, Director General Indra en Chile.
El mundo de las “smart cities” o “ciudades inteligentes” está en auge. Las previsiones de crecimiento que se barajan exigen la implantación de nuevas políticas de gestión orientadas a garantizar la sostenibilidad, eficiencia y gobernanza de las ciudades. Estos retos, concebidos de una manera global e integrada, permitirán a su vez mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Por ello, los gestores ven en este ámbito un nuevo espacio de innovación en el que explotar sus políticas e intensificar los resultados de las mismas, pero siempre colocando al ciudadano como el protagonista indiscutible de todas las iniciativas.
Hace ya muchos años que las “smart cities” constituyen un activo estratégico, consciente de que las ciudades necesitan soluciones innovadoras para afrontar sus nuevos retos. El cambio de paradigma que ha supuesto la introducción, expansión y actual universalidad de Internet, ha cambiado la forma en que nos comunicamos e interactuamos; el modo en que accedemos al ocio, a la cultura, a las compras, y, obviamente, también la manera en la que nos relacionamos con nuestra propia ciudad.
El reto es que las ciudades sean capaces de aprovechar la tecnología para dar respuesta a las necesidades de unos ciudadanos cada vez más tecnológicos, en un mundo más interconectado, con un objetivo claro: que la tecnología aporte valor añadido.
Para ello, es necesario que las ciudades tengan una visión global de lo que está pasando en sus calles, y una visión estratégica de sus servicios y de la interacción de unos con otros, y de estos con los ciudadanos. Los gestores de la ciudad han de ser capaces de percibir qué es lo que está sucediendo y transformar esos datos en respuestas eficientes y eficaces que mejoren los servicios que ofrecen a los ciudadanos.
El ciudadano en el centro
De esta forma, en la práctica, habrá cámaras inteligentes para controlar el tráfico, capaces de prever situaciones que ayuden a tomar mejores decisiones para facilitar la movilidad; y el riego automático de los jardines municipales funcionará según las necesidades, no por tiempos. También se podrá ofrecer información al ciudadano para que sepa, antes de salir de casa, cuál es el estado de los estacionamientos de la ciudad y pueda planificar sus rutas, o se podrá controlar y tomar medidas para evitar el incremento de niveles de ruido en espacios en los que podría ser muy negativo su impacto (cercanía de hospitales, colegios, parques…). Además, los responsables del área de seguridad tendrán capacidad para conocer el volumen real de tráfico instantáneo en una vía para recalcular las mejores opciones a la hora de atender un siniestro y evacuar una zona, o interactuar sobre la red semafórica.
Sin embargo, no debemos olvidar que en este nuevo entorno el ciudadano tiene que estar situado en el centro, como receptor y participante en la gestión de la ciudad, y, por tanto, de los servicios que están a su disposición. Una ciudad inteligente no debe implicar solo el desarrollo e implantación de la tecnología, sino que también debe contemplar la puesta en marcha de un ambicioso plan de comunicación, difusión e inclusión de los ciudadanos para que conozcan y empiecen a utilizar los servicios que les ofrece.