Si miramos el escenario concreto, en el país faltan más de 5 mil personas capacitadas en el área TI, de acuerdo al Ministerio de Ciencia, y el problema va en ascenso. Según registró en 2020 la consultora IT Hunter hay un alza del 40% en la demanda de profesionales tecnológicos en Chile. Todo eso en un contexto de altísimo desequilibrio de género, ya que es un rubro cubierto por hombres en un 70%, aproximadamente.
Este reto se vuelve todavía más urgente si nos detenemos en la pandemia y sus consecuencias. En tan solo 12 meses, la transformación digital vivió una aceleración forzosa a causa del Covid-19, con el crecimiento repentino de la logística del e-commerce, el retail, la banca online, el homeschooling o el marketing, por mencionar algunos sectores emblemáticos, generando así una irrupción drástica de la tecnología en todos los ámbitos de la vida humana.
En el “corazón” de cualquier negocio
Frente a ese panorama, pasamos de hablar de TI o Tecnologías de Información a una disrupción digital total.
No se trata de un juego semántico en el que reemplazamos un concepto por otro, sino de una metamorfosis que ubica a la digitalización en el “corazón” de cualquier negocio y en el centro de nuestros hábitos diarios, de punta a punta. La capacidad de respuesta a ese cambio es determinante para la supervivencia de todo negocio. Es suficiente mirar la cantidad de empresas que ha quebrado por no poder responder a las nuevas reglas del juego digital o aquellas que se vieron colapsadas frente a una demanda online sin precedentes. Nadie vio venir este golpe, está claro, pero algunos estaban menos preparados que otros.
El déficit de profesionales tecnológicos en Chile, en esta normalidad pandémica (y en la del futuro también), deja de ser un problema exclusivo de los departamentos de sistemas de las empresas -desarrolladores de software, expertos en ciberseguridad, ingenieros TI, entre otros- y se convierte en una variable estratégica de las economías mundiales. Estamos frente a un llamado para todos los actores a tomar cartas en el asunto: gobiernos, universidades, las empresas involucradas en esta industria y aquellas que no lo estaban hasta ahora, pero que ya lo están haciendo por necesidad.
Debemos responder articuladamente al desafío de digitalizar las economías con profesionales técnicos que sean idóneos, ofreciendo incentivos, becas de estudio, promoviendo habilidades de liderazgo, programas de capacitación y cursos de inglés para responder a la demanda internacional, entre otras ideas. La clave está en educar e inspirar a una nueva generación de jóvenes y que esta asuma un papel profesional activo en este proceso de digitalización total que ya sea una realidad.
El mundo pide a gritos profesionales TI y Chile tiene una gran oportunidad de exportar talento nacional, pero también puede ser un problema si el tiempo pasa y no se toman las medidas para preparar a los jóvenes para que respondan a las exigencias.
Según los pronósticos de IDC, 65% del PIB mundial estará digitalizado para 2022. Con ese horizonte, como probó Darwin, solo sobrevivirán los más aptos.