La agilidad y sus distintos frameworks se han convertido en una verdadera necesidad y no en una opción para las empresas que han decidido avanzar en la transformación digital, modificando sustancialmente la manera en que trabajan, convirtiéndose en una ventaja competitiva en el mercado actual para lograr una mayor eficiencia operacional y generar también un mayor valor a sus clientes.
Para quienes no están familiarizados con el concepto, la agilidad es una forma de trabajo que conlleva una serie de valores y principios a través de prácticas y herramientas que permiten a los equipos y organizaciones brindar los productos y/o servicios con una mayor calidad, con entregas más pequeñas y más frecuentes, prestando atención a lo que se quiere conseguir y cómo será alcanzado. Un punto clave es la interacción constante con el cliente y la entrega temprana de valor.
Ser ágil es un cambio cultural que requiere la transformación de los procesos y personas, no solo las prácticas, dentro del marco de los valores y principios de la agilidad. En ese sentido, se busca “ser ágiles” y no solo “hacer prácticas ágiles”, adaptando la forma de trabajo a las condiciones del proyecto, consiguiendo flexibilidad e inmediatez en la respuesta para amoldar el proyecto y su desarrollo a las circunstancias específicas del entorno. Gracias a esta manera de trabajar es posible generar una ventaja competitiva de lanzamiento de productos aprovechando las necesidades del mercado cada vez más cambiantes, así como alertar de forma rápida los errores, riesgos y problemas que puedan ocurrir a lo largo del proyecto o prestación del servicio.
La aplicación de un framework ágil de escalamiento impacta también en cómo las organizaciones se estructuran, qué roles desempeñan, cuál es su dinámica de trabajo en el día a día o cómo liberan productos o servicios a sus clientes.
Más allá que solo software
El boom de la agilidad ocurrió hace poco menos de dos décadas, de la mano del movimiento del desarrollo de software, cuando en Estados Unidos se vio una crisis de grandes proyectos de software que fracasaban habitualmente, a lo que se sumó el interés de un conjunto de gurús americanos que buscaban nuevas formas trabajar, creando un manifiesto ágil.
Con el tiempo, y viendo sus resultados, la agilidad fue extendiendo su uso a nuevas áreas. La genialidad estuvo en crear algo tan sencillo y fácil de trasladar a distintas industrias y ámbitos, que empezó a tener mucho éxito y se comenzó a desplegar más allá del software. Es decir, nació un movimiento muy vinculado al desarrollo de software, pero hoy día lo podemos ver en áreas de recursos humanos, marketing, control de riesgos y muchas otras, que ven que estos valores y principios van más allá de solamente construir un software.
De esta manera, si hace cuatro o cinco años se hablaba de transformación digital, a veces un poco separado de lo que era la transformación de las formas de trabajo, de las personas, y del estilo de liderazgo que se llevaba en las organizaciones, hoy prácticamente nadie piensa un programa de transformación digital sin incorporar la agilidad como parte central de este programa. No son solamente los aceleradores digitales, sino que también el cómo nosotros ejercemos un estilo de liderazgo y nos organizamos de una manera diferente para entender mucho mejor las necesidades de nuestro cliente.
Los retos de una evolución ágil
De acuerdo a un estudio que realizamos junto a IDC sobre agilidad en América Latina en 2019, los principales beneficios de ser ágiles son la disminución del “time-to-market”, la mejora de la experiencia del cliente, los tiempos de respuesta, el incremento de la productividad, el aumento de la calidad, la alineación entre la estrategia y la ejecución, y la entrega de valor al negocio.
También se cuentan la reducción de costos, la adaptación temprana al cambio, el menor costo de riesgo, el enfoque en el cliente, el “engagement” de equipos, el rompimiento de silos, el trabajo colaborativo y la descentralización de la toma de decisiones.
Sin embargo, por ser un cambio cultural, no solo operacional, una transformación o evolución ágil tiene varios desafíos como la resistencia al cambio; altas expectativas, redundando en frustración por no obtener resultados inmediatos; foco en las prácticas y no en el cambio de “mindset” fundamentado en valores y principios; falta de métricas de la transformación; inadecuada gestión del cambio; presión para definir un plan de transformación y luego necesidad de seguirlo al “pie de la letra”; poca capacidad de adaptación e innovación; y entender a la transformación como si fuese un proyecto que tiene fecha de fin.
Estos y otros problemas pueden ser abordados, definiendo adecuadamente las expectativas y contando con el apoyo de coaches y otros expertos que apalanquen adecuadamente el proceso de adopción y transformación.
A nivel latinoamericano, nuestros estudios constataron un importante avance de la agilidad en Colombia. Las primeras empresas tradicionales que implementaron estos procesos en la Región nacieron en Medellín. De ahí se creó una comunidad potente en Colombia que fue trasladándose hacia otros lugares.
Casi al mismo tiempo crecieron comunidades bastantes fuertes en Argentina y en Brasil. Luego otros países, que subieron de la ola más tradicional, es decir, desde los bancos, empresas de telecomunicaciones o industrias en general, fueron México, Perú y Chile. En nuestro caso, el Centro de Excelencia Ágil de everis Chile nació a partir de un cliente, para luego expandirse a otras empresas y países con éxito.
Variedad de frameworks
En términos técnicos, aunque hay muchos frameworks disponibles, la gran mayoría de los equipos a nivel global usan Scrum, Kanban o una mezcla de ambos. No solo son los más populares, sino que aplicándolos adecuadamente son muy dúctiles para adaptarlos a las necesidades de los equipos. En cuanto a las organizaciones, la agilidad escalada tiene varias opciones para apoyar: SAFe, LeSS y SoS, entre otras.
Chile, y en general Latinoamérica, usa a nivel de equipos Scrum como principal framework. También se aplica Kanban, Scrumban y, en menor medida otras opciones. A nivel de organización son populares Scrum of Scrums y prácticas inspiradas en SAFe.
Entre las formas de comienzo de las transformaciones encontramos esencialmente dos tipos: uno es “top-down”, cuando el “management” está directa y primeramente involucrado, y el otro, “bottom-up”, es cuando la necesidad de transformación viene de los equipos y va traspasando barreras. Cada tipo tiene sus pros y sus contras.
A nivel latinoamericano, un 36% de las empresas usa agilidad en sus procesos, destacando los sectores como banca, telecomunicaciones y retail, seguidos más abajo por el gobierno, manufactura, seguros, finanzas y salud. Un porcentaje que debiera seguir creciendo con fuerza en los próximos años, considerando las necesidades de las compañías de la Región por avanzar en la transformación digital y en aumentar su Eficiencia Operacional.