Rafael Cereceda.
Desde el punto de vista tecnológico, ¿qué diferencias destaca entre la Web 2.0 y la Web 3.0?
La Web 3.0 está basada en el uso de IA para resolver temas que la Web 2.0 realizaba de modo más manual o bien deductivo de forma muy lenta. El uso de blockchain como modo de confiabilidad hace que la Web 3.0 esté basada en métodos y tecnologías que habilitan nuevos negocios y, por lo tanto, transformaciones en el cómo realizamos acciones.
¿La Web 3.0 representa una revolución en lo que significa redes sociales y aplicaciones?
Sí, en el sentido de que cambia la forma en que se realizan las acciones en la web y también en la vida diaria. Las organizaciones más tradicionales tendrán a su disposición una serie de métodos que mantienen o mejoran la confiabilidad, seguridad, escalabilidad y disponibilidad de los servicios que entregan y, por lo tanto, moverán la base tecnológica de cómo vivimos día a día a modos impensados.
Con la Web 3.0, ¿va a cambiar radicalmente el ecosistema de redes sociales y aplicaciones?
Sí, lo hará, pero tomará su tiempo. Este tipo de cambios no son de la noche a la mañana, todavía estamos comenzando a ver a los “early adopters”. Por ejemplo, Audius aún tiene 500 mil descargas en Google Play, lo que es poco en comparación a Spotify.
Lo más probable es que las actuales redes sociales o plataformas se reconviertan para no perder mercado. Es parte de la supervivencia y algo que ellos también provocaron en su momento.
¿Cuál será el impacto de la Web 3.0 en la economía de las redes sociales y aplicaciones?
Los usuarios tomarán aún más poder, sin embargo, las plataformas necesitan solventarse. Estoy seguro de que habrá modelos de negocios nuevos basados en criptomonedas o en otros activos como NFT que permitirán que las personas obtengan ganancias por sus aportes. Es difícil entender que esto es sólo beneficencia.
Sin embargo, entenderemos que la transformación digital es eso: cambios en las organizaciones y los modelos de negocio. Las redes sociales y los negocios digitales no serán los únicos que deberán cambiar, sino también los negocios más tradicionales. Bancos, retail, telcos, entre otros, necesariamente tendrán que hacer cambios profundos. ¿Podríamos tener una nacionalidad, por ejemplo, que sea pertenecer a un país digital y que ella nos permita viajar o tener una visa? ¿Qué va a pasar con la mirada tradicional de país?
¿Cómo puede la Web 3.0 mejorar la privacidad y seguridad de las redes sociales y aplicaciones?
La Web 3.0 basa sus transacciones en blockchain, modelo que ya usan bancos digitales, metaversos y organizaciones de punta para almacenar sus transacciones y propiedades. El mejor ejemplo de aquello son los NFT (“Non-Fungible Token”) que permiten tener la propiedad de un bien digital. Blockchain garantiza esa propiedad, como si fuese un “Conservador de Bienes Raises” de estos tokens, los que permiten realizar negocios a otra escala y confiando en modelos 100% digitales, sin que necesariamente haya un “papel” físico que acredite aquella propiedad.
Pero la sociedad debe evolucionar para también confiar en estos modelos que para los que somos ávidos de tecnología nos parece obvio, pero no sé si a una persona más tradicionalista le convenzan.