El escándalo de los datos

Hace un par de años, entre el 95% y 99% de la data generada tanto en la web como en cualquier industria no tenía un uso efectivo, pero las herramientas computacionales, la Inteligencia Artificial y el Machine Learning, entre otros, nos han permitido comenzar a generar información útil para la toma de decisiones en todas las industrias con los datos que se han capturado en el uso cotidiano de la red.

Publicado el 30 Abr 2018

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Desde que se creó Facebook y con el fin de poder implementar el modelo de negocio que le ha dado el éxito a la compañía, se han estado recabando todos los datos que los usuarios le entregamos. Los likes, las conversaciones, las publicaciones realizadas, incluso las visitas que hacemos a otras páginas de Internet a través de las “cookies” que se guardan en nuestros equipos, han alimentado el conocimiento que esta red social tiene sobre nosotros.

Estos datos fueron utilizados para poder segmentar a los usuarios por edad, sexo, sector en el que viven, gustos y preferencias, entre otros, con lo cual Facebook se volvió una poderosa herramienta para realizar campañas de marketing y fue esto mismo lo que la llevó a ser un preciado bien para campañas políticas.

¿Hasta dónde llega la información que compartimos?

Si bien hace 11 años, cuando fue creada esta red, la capacidad de procesamiento computacional era mucho menor a la que conocemos hoy día, se sabía de manera teórica que se le podría dar uso a esa gran cantidad de datos generados. Era una mina de oro sin explotar, una suma de información en bruto en la que bastaba que solo un actor tuviese las capacidades de analizar y con ello obtener importantes réditos.

Esto fue lo que hizo Cambridge Analytica: tomó los datos de más de 70 millones de votantes estadounidenses y de unos 17 millones de otros países que son usuarios de Facebook, los estudió y generó los contenidos que estos querían escuchar, siendo reales o falsos, lo que generó miedo en algunos sectores, optimismo en otros y llevó a los votantes a creer que un candidato o un resultado de un plebiscito sería la panacea para sus problemas y el otro llevaría a su país a la ruina.

Independientemente de si la propaganda digital fue efectiva o no, se abre una interrogante de hasta dónde llega la información que compartimos en nuestros perfiles, quién está viendo eso y qué uso le está dando, si somos realmente libres en la web, si nuestros gobiernos deben legislar sobre la propiedad de los datos en las redes sociales o, incluso, si estas redes sociales rompen las reglas antimonopolio.

¿Debemos alejarnos de las redes sociales?

Entonces, es válido preguntarse si debemos cerrar nuestras redes sociales, dejar de usar los servicios gratuitos de Google, volver a enviar memos en papel en vez de correos electrónicos y dejar de usar nuestros smartphones. A mi parecer no, no es necesario que nos alejemos de estas redes, mas sí debemos poner en duda el contenido que ahí aparece. Tal como el dicho “el papel aguanta mucho”, la Internet aguanta aún más y las falsas noticias están en toda la web.

El análisis de los datos es útil, sirve para poder controlar el tráfico en vías congestionadas, para tomar decisiones en políticas públicas, tal como el proyecto de Big Data que el Gobierno quiere poner en marcha (Revista Capital, 20 de abril) o para hacer campañas de marketing sin desperdiciar recursos que, en el caso de las Pymes son escasos o, en el caso de un municipio, permitirán atraer más turistas a su ciudad.

Por lo tanto, es importante educar a los usuarios, enseñarles que no todo lo que está en Internet es real; que existe mucha información que puede ayudarlos y otra que puede llevarlos a tomar malas decisiones; y que siempre existen inescrupulosos que buscarán aprovecharse de los datos entregados tanto en la vida real como en la virtual. Pero no debemos aislarnos ni escaparnos de la Cuarta Revolución Industrial, pues ya llegó y lo hizo para quedarse.

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Redacción

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