Al parecer, el avance de las tecnologías, su masificación y la creciente inversión de las empresas en la adopción de sistemas cada vez más complejos y sofisticados para agilizar todo tipo de procesos, están transformando todos los sectores productivos del país, pero no han sido suficientes para poner freno a los ataques cibernéticos que últimamente han provocado millonarias pérdidas, especialmente al rubro bancario y sus clientes. Tanto ruido ha causado la vulnerabilidad de la red, que recientemente el Gobierno nombró a un asesor presidencial en ciberseguridad, quien se encargará de evaluar las principales industrias y servicios críticos, proponiendo además medidas de inversión, normativas e institucionalidad.
Al respecto, Tomás Casas, Consultor de Tecnología de Randstad Professionals, señala que “mientras las TIC se expanden llevando a los lugares más remotos del mundo innumerables beneficios y aspectos positivos, al mismo tiempo arrastran algunos males. Y es que el crecimiento de la tecnología ha dado lugar al surgimiento de una serie de prácticas fraudulentas e ilegales, como la fuga de información confidencial, robo de identidad por hurto de dispositivos móviles, fraudes bancarios y pérdida de información. Ante este escenario, que por lo demás es cada vez más recurrente, es fundamental implementar políticas públicas que resguarden la seguridad de los datos de los usuarios de Internet, tal como se está haciendo en este momento; pero también es clave que se tomen iniciativas a nivel académico para contar con personal especializado en temas de seguridad informática”.
Perfiles técnicos y habilidades blandas
En este sentido, el ejecutivo de la multinacional explica que “si se comienza a trabajar en tener legislación para regular y establecer sanciones para quienes infrinjan la ley, es ineludible contar con profesionales capaces de llevar a la práctica procedimientos que resguarden dicha normativa”. Y la realidad es que en Chile actualmente existen pocas universidades que preparen candidatos con las habilidades requeridas para desempeñar posiciones en línea con las actuales necesidades de protección de datos de las compañías, señala. Si bien es cierto que, en cuanto a formación profesional, generalmente se requieren Ingenieros Informáticos o en Telecomunicaciones, dependiendo de la rama de especialización dentro de la ciberseguridad, “se necesitan conocimientos específicos en gestión de vulnerabilidades y consultoría para certificaciones ISO, Ethical Hackings y Planes de Continuidad de Negocio (BCP), entre otros. De todas formas, hay que mencionar que desde hace un par de años algunas casas de estudio están visualizando esta línea de trabajo y comenzaron a dictar programas que apuntan a la especialización en el rubro”, asevera.
Pero, más allá de las capacidades formativas y técnicas de los especialistas en seguridad informática, es primordial que las compañías y los expertos en selección sepan de antemano qué habilidades deben tener estos profesionales. En este aspecto, el Consultor de Randstad confirma que se trata de perfiles muy técnicos, pero que también requieren habilidades blandas bastante desarrolladas. “Tienen que ser capaces de gestionar nuevos procesos asociados a la tecnología, por lo tanto, es clave la facilidad para comunicarse, para entablar relaciones inter departamentos y para trabajar la gestión del cambio con una mirada estratégica. Asimismo, es indispensable que cuenten con visión de futuro, que tengan una mirada global del negocio, que sean resolutivos y posean un alto nivel de inteligencia emocional, porque se mueven en entornos cambiantes y con usuarios que constantemente demandan soluciones de manera rápida y eficiente. Al mismo tiempo, es esencial que cuenten con capacidad para visualizar todos los riesgos asociados a la industria, adelantándose a posible prácticas fraudulentas que los hackers o ciberdelincuentes puedan poner en práctica en base a nuevas herramientas”, asegura.
Tomando estos factores en consideración, Tomás Casas concluye que es clave que esta problemática se aborde desde todas las aristas, es decir, “es fundamental que el sector público tome cartas en el asunto, pero también que el mundo empresarial converse con el académico para dar cuenta de sus necesidades y de los nuevos profesionales que requiere el mercado”.