Los chilenos nos congratulamos por el nivel de penetración que ha alcanzado la telefonía inalámbrica en el país, algo así como un 90% de la población. En efecto, esta penetración es altísima comparada con países latinoamericanos e incluso con algunos desarrollados. Ciertamente que ha influido en ello la competencia en el mercado, especialmente en sus inicios, donde existían múltiples operadoras. Destacable es también que un recurso escaso, el espectro radioeléctrico, se haya usado en forma intensa y eficiente primordialmente para transmitir voz.
Tal vez desde siempre se debió privilegiar este medio para este uso y evitar la construcción de una red tan cara e ineficiente como la telefonía fija, cuyos pares de cobre se usan menos del 2% del tiempo con voz. La aparición de las tecnologías de transmisión de voz inalámbrica -a comienzos del siglo pasado- es posterior al despliegue de las redes fijas de las telefónicas y, como suele suceder, éstas protegieron efectivamente su posición de dominio contra la ‘amenaza’ inalámbrica… hasta ahora. Un siglo después, la telefonía inalámbrica se impone al fin. Ojalá que la VoIP no tenga que esperar tanto. Las ventajas de estandarización y liberación regulatoria han permitido que el mercado se vuelque hacia la eficiencia: redes inalámbricas.
Menos de un minuto diario
Sin embargo, volviendo a Chile, en telefonía móvil no todo es tan ‘brillante’. El 85% de los usuarios corresponde a prepago, donde se puede llegar a pagar hasta $300 por minuto. El uso promedio mensual de éstos, en su mayoría de sectores de menor ingreso, es de tan sólo 18 minutos al mes, es decir, menos de un minuto diario. Por supuesto pueden recibir llamadas de terceros o llamar a servicios de emergencia sin pagar o, aunque caro, coordinar su trabajo a distancia. Todo ello tiene un gran valor, pero indudablemente estas estadísticas de uso y precio palidecen con respecto a las de la telefonía móvil en los países desarrollados. El 15% restante posee planes individuales o colectivos de postpago, donde el precio parte en $40 o $50 por minuto. A simple vista pareciera que existe un problema de regresividad en la estructuración del mercado: los pobres pagan más que los ricos por el mismo servicio.
Banda ancha: Prerrequisito insalvable
En estos momentos precisos aparece la telefonía móvil dual, la que permite, a través de un único teléfono con dos radios, acceder alternativamente a la red móvil tradicional (GSM) de alguna de las tres operadoras nacionales o a la red Internet a través de su conexión Wi-Fi. Para hacer esta última posibilidad real, el usuario debe ubicarse a distancia de acceso de un punto de red iluminado con Wi-Fi. Por supuesto esto es fácil de conseguir en su hogar, si se dispone del presupuesto para pagar por el acceso, o en su empresa. Basta para ello instalar un pequeño router inalámbrico a la conexión de banda ancha a Internet. Por esto, la tecnología dual se conoce en la industria como ‘convergencia fijo-móvil’, ya que puede operar como un teléfono móvil tradicional o como un teléfono fijo en el hogar o en la empresa.
Por lo tanto, cabría abrigar esperanzas de que el uso de la telefonía móvil aumente de los escuálidos 18 minutos mensuales de los usuarios de prepago a mucho más, aprovechando las ventajas de la convergencia. Sin embargo, todo pasa por el desarrollo robusto y masivo de la banda ancha en Chile, prerrequisito insalvable para hacer realidad cada vez más aspiraciones de los chilenos de menos recursos.
