Bernardo Guillamon.
Cuando América Latina mira hacia el norte para tomar como referente a un centro neurálgico de la innovación e industria tecnológica como Silicon Valley, lo hace porque es todo un símbolo. Silicon Valley es una manera de hacer las cosas, un modo particular y único de generar oportunidades de negocios. Está nutrido de la cultura californiana, que se caracteriza por tomar riesgos, enfrentar el fracaso y aprender de los errores.
Pero un modelo no se puede copiar tal cual, ni utilizarse como receta, sino que debemos pensar en los puntos fuertes que este y otros ejemplos pueden enseñarnos, y aplicarlos en la Región teniendo en cuenta sus particularidades. Un ejemplo sería mirar a Silicon Valley e intentar replicar estrategias relevantes. Un estudio de Booz & Company reportó que solo el 20% de las empresas globales refuerza su estrategia de negocios con una de innovación.
Es muy interesante, además, no mirar solo hacia Norteamérica, sino a otros ejemplos, como Corea del Sur, que en solo 50 años pasó de ser un país de bajos ingresos a convertirse en uno con un desarrollo económico impresionante, a la vanguardia en tecnología. Lo ha logrado sin grandes recursos naturales, e invirtiendo en capital humano. Apostó a la educación, particularmente a las ciencias, matemáticas, y capacidades analíticas. Otro caso es Israel, que ha tomado elementos positivos de Sillicon Valley pero ha triunfado fundamentalmente en la generación de un ecosistema de innovación que permite que este país relativamente pequeño enfrente retos globales con compañías globales.
¿Qué puede aprender América Latina?
Sin olvidar que no hay recetas mágicas, hay algunos elementos clave de los modelos extranjeros que la Región debería adoptar. Uno de los principales es una inversión muy fuerte en educación. Invertir en capital humano puede ser transformador para una economía sin otro recurso que sus talentos. Una buena planificación debe comenzar por la educación básica; incluir a las universidades y los institutos tecnológicos, y acompañar esto con el apoyo a la innovación y los incentivos a las start ups, para que efectivamente el potencial pueda desarrollarse.
Así, el segundo punto clave, que Silicon Valley, Israel o Corea han hecho muy bien, es generar un entorno amigable para la inversión y el emprendimiento. Los mecanismos legales deben aceitarse para que se puedan formar empresas ágilmente. Pero además debe existir un acompañamiento para que cuando uno falla pueda seguir adelante, un sistema que permita financiar las start ups y el desarrollo de las Pymes. Las redes de ángeles inversores y empresarios y mecanismos para la colaboración con el sector público son claves para el éxito.
En estrecha vinculación con este tema del apoyo desde el sector público, debemos hablar de crear un entorno favorable a la colaboración e inversión internacional. El de Silicon Valley es un modelo abierto y colaborativo, que funciona como un ecosistema en el que diferentes agentes se entrecruzan: expertos, técnicos, inversores, aceleradoras de inversión, creativos.
Sabemos, además, que la inversión extranjera directa siempre es un factor positivo. Ha sido comprobado en toda la literatura económica, y permite formar talento en los países. De acuerdo con un documento que publicó Harvard Business School en 2014, la inversión de capital de riesgo en ALC ha crecido un 574% entre 2010, cuando era solo US$63 millones, pasando a US$425 millones en 2013. Un buen caso para tomar como ejemplo es el de Costa Rica, en donde la inversión fue transformadora tanto para las empresas que se instalaron beneficiándose de los ingresos, como para el ecosistema creado alrededor a partir de la innovación.
Es clave, además, no olvidarse de la propiedad intelectual. La Región no tiene un régimen muy fuerte de defensa, y la propiedad intelectual es la garantía fundamental para que las soluciones que una región genera puedan valer en el mercado. Como caso positivo, podemos señalar el de Perú, que ha hecho un buen trabajo al respecto y podría servir como referente. Por último, no debemos olvidar el factor cultural. ¿Por qué hay tanta inversión e ingenio, por ejemplo, en Israel? Porque es una cultura de innovación. Tradicionalmente, han sido un pueblo que siempre debió estar alerta y afrontando situaciones complejas, y eso los fuerza constantemente a buscar soluciones. Así como Silicon Valley ha triunfado por esta cultura californiana de enfrentarse al riesgo y al error, o Israel por su cultura de constante cambio; en América Latina y El Caribe debemos generar una cultura emprendedora, porque la inversión solo sirve cuando tiene una cultura que la sustenta.
En síntesis, hemos hablado de educación, apoyo a la inversión, generar un ecosistema favorable para el emprendedurismo, y de la importancia de la propiedad intelectual y los factores culturales. Nos queda dar un salto y pensar en los modos concretos en que se pueden adoptar esas características.
¿Serán las ciudades los ejes del cambio?
Cuando hablamos de tecnología e innovación, cada vez más el foco deja de ser el país para ser las ciudades. Las cosas ocurren en ellas. En este sentido, debemos aprovechar que América Latina es una de las regiones más urbanizadas del mundo. Las ciudades se vuelven espacios para crear soluciones, más que los países. Desde el BID estamos pensando en idear soluciones para las ciudades. Un ejemplo es la iniciativa Ciudades Emergentes y Sostenibles, que apunta a ciudades de tamaño medio (de hasta un millón y medio de personas) y trabaja en unas 150 ciudades en la Región. Su objetivo es apoyar su crecimiento de aquí hacia los próximos 20 años planificando su sostenibilidad; pensando, por ejemplo, en cómo hacer más eficiente el uso del agua y de la energía.
Hay nuevas start ups creando soluciones para ciudades más inteligentes. Desde el BID también se promueve un concurso de start ups para solucionar problemas de las ciudades. Todo es parte de un proceso que está en marcha. Un gran ejemplo es Colombia, con el Programa Innpulsa, que pone recursos a disposición de start ups de innovaciones.
México, Chile y Brasil también han llevado a cabo experiencias muy interesantes. Pero aun así, la inversión en I+D es muy poca en América Latina y El Caribe, aproximadamente menos del 1% del PIB. Países como Finlandia o Corea del Sur han pasado por fuertes procesos de inversión pública para llegar a ser lo que son. Aunque esto está cambiando en muchas naciones como Chile y Colombia, la inversión pública en investigación y desarrollo ha crecido de forma constante en economías avanzadas, mientras que las inversiones en América Latina han sido modestas. Esta falta limita el emprendimiento. De acuerdo con la Cepal, entre 2001 y 2010 Corea recibió más de 60.000 patentes mientras que en América Latina y El Caribe fueron otorgadas solo 2.945.
No hay una ciudad tocada con la varita mágica que vaya a ser la Silicon Valley del futuro, sino que se trata de colaboración, de redes. La clave está en crecer en conjunto. Como suele decirse; cuando sube el agua, sube para todos los botes. Cuando la inversión comienza a crecer y los entornos a convertirse en amigables para la innovación y el “emprendedurismo”, se genera en las ciudades y regiones un círculo virtuoso de crecimiento que se aprovecha a sí mismo. A eso apuntamos desde el BID: a la conformación de una red estratégica de ciudades emergentes y sostenibles, que permita que la Región completa aproveche su potencial y crezca para el beneficio de todos.