Misiones tecnológicas, consultoría especializada, programas de pasantías y de difusión y transferencia tecnológica, tracking de proyectos, formación y desarrollo empresarial e incubación de negocios, son parte de las actividades que el Centro de Innovación y Transferencia Tecnológica Innovo, de la Universidad de Santiago (Usach), viene realizando desde sus inicios en noviembre de 2006. Su objetivo: desarrollar y fortalecer el vínculo universidad-empresa en nuestro país, fomentando una cultura de innovación y emprendimiento. Hoy, la entidad apuesta a convertirse en un referente a nivel nacional en este tema.
¿Cuál es el mayor desafío que enfrenta Innovo?
Desde nuestros inicios nos planteamos un gran desafío, que es introducir cambios en la cultura, primero en nuestro entorno inmediato, que es la universidad, avanzando en el emprendimiento y la innovación a nivel de los estudiantes, ya que pretendemos ir ‘sembrando pequeñas semillas’ que nos permitan impregnar a la universidad de este espíritu. De igual forma impulsamos una estrategia a nivel de los académicos e investigadores, un ámbito que también debe removerse y refrescarse en estos temas.
Nuestro compromiso con el entorno social empresarial es ser el puente de comunicación entre la industria y la universidad, a través de acciones conjuntas e incluso negocios, lo que no genera, como muchos pueden creer, una contradicción con la misión de las casas de estudio, sino que es una forma de aprovechar la sinergia entre ambos mundos.
Somos una apuesta que debe mostrar que funciona, con todo este desafío por delante.
Como entidad, ¿cuál es su evaluación de la capacidad innovadora local?
Se trata de una pregunta compleja de responder porque no es posible hacer un juicio global que caracterice a toda la sociedad chilena. Cuando se habla de innovación no nos referimos sólo al ámbito empresarial, sino también al entorno social, al sistema educacional, los tipos de organizaciones y muchos otros componentes. Entonces, no se puede ser tan taxativo respecto de si somos o no innovadores, ya que hay sectores donde hay mucha potencialidad y otros donde ésta no se observa.
Además, la innovación no es un concepto temático o por área, tiene que ver con otro tipo de acciones. Por ejemplo, no es más innovador el mundo acuícola que el agrícola. Es decir, puedes encontrar innovadores en cualquier parte y área.
¿Hay países que son un ejemplo para Chile?
Nosotros hemos tomado como referencia Irlanda, Finlandia, Canadá y Australia. Sin embargo, hay que considerar que al tener como referentes otras naciones, lo que se observa son modelos o sistemas nacionales de innovación, que corresponden a la articulación existente en el ámbito del conocimiento entre actores como el Gobierno, la empresa y las universidades y centros de investigación. Entonces se analiza cómo se generan los instrumentos para propiciar innovación, de qué forma se facilitan los emprendimientos en aspectos como regulación, fomento y otros. Y, finalmente, la pregunta es cuál es la posibilidad de hacer una transferencia de ese modelo en las condiciones locales, una respuesta donde se mezclan voluntades políticas, niveles de participación de los distintos actores y características básicas del país, como el nivel educacional, la infraestructura, los recursos naturales, el avance tecnológico y muchas otras.
Hay naciones, por ejemplo, que destacan en innovación porque tienen un ministerio de ciencia y tecnología que potencia el tema, en circunstancias que existen otras que no lo poseen pero son igual de efectivas. Entonces, la comparación entre países también es relativa.
En Chile, ¿cómo se da la articulación entre academia y empresa?
Dentro de los propósitos de la Corfo figura el potenciar la vinculación entre el mundo del conocimiento y el mundo industrial y se ha ido avanzado en la elaboración de instrumentos que generan este acercamiento. Se trata de un vínculo que no es espontáneo y natural, más bien hay una tendencia al desencuentro. Y en ese sentido, la Corfo ha sido muy asertiva al proponer incentivos a este trabajo en conjunto, lo que ha dado frutos, pero recién nos encontramos en el inicio de las conversaciones y el diálogo abierto entre ambos ámbitos.
Por un lado, las universidades deben modificar varias formas de hacer las cosas en términos básicamente de sus procedimientos, a fin de tener un diálogo rápido y flexible que responda con los tiempos de los empresarios. Esto, ya que los ritmos de ambos mundos, no se puede negar, son distintos. Las universidades enfrentan un entorno menos cambiante que la lógica industrial, entonces las urgencias son diferentes, así como los propósitos y roles sociales.
Los Consorcios Tecnológicos constituyen un esfuerzo súper interesante y potente, donde se está avanzando significativamente en este ámbito, pero es un cambio cultural que toma años. No podemos pretender que de un día para otro la relación entre el mundo empresarial y el del conocimiento se acerque y trabaje a la par. Para eso antes debe producirse un cambio de mentalidad de ambas partes. Eso sí, tenemos la certeza de que cuando existe un diálogo potente entre estos dos actores, los resultados y logros son altamente rentables, por lo que avanzar en este camino claramente es fundamental.
¿Y cómo evalúa las políticas impulsadas por el sector público?
Poner en el tapete de discusión a la innovación ya es relevante, es decir, instalar conceptualmente el tema, así como el emprendimiento, en pro de crear una cultura que permita a una sociedad soñar, crear y avanzar en eso, es un aporte de todas formas.
Ahora, ¿cómo se concreta esto? Es complicado, pues al decidir potenciar la innovación en general lo que se prioriza son los emprendimientos con un alto contenido de innovación, entendiendo eso como un elevado valor agregado fruto de la tecnología. De esta forma, se lleva el emprendimiento a un sector específico, una suerte de elite, ya que es un tipo de creación realizado por empresas con mucho conocimiento y altas exigencias, por ejemplo, la Biotecnología. Entonces se reduce el tipo de innovación, ya que se está privilegiando una forma de hacer las cosas que no responde necesariamente a nuestra realidad. Nuestra realidad empresarial está conformada por grandes empresas que concentran el capital, y un gran número de Pymes con problemas de empleo, modernización, capital y formación, entre otros, y con muy poco valor agregado. Nos enfrentamos así a dos mundos: uno muy selecto y otro bastante deprimido.
Existe una contradicción, porque no podemos negar que hay instrumentos que vinculan universidad y empresa, que son potentes; pero acceder a éstos y cumplir con los requisitos para obtener estos fondos, puede ser una barrera de entrada para varios tipos de emprendimiento.
¿Por qué se da esta suerte de contradicción?
No se dispone de los recursos necesarios para abrir más todos los fondos. Se podrían bajar las barreras para concursar, pero eso significa tener más recursos para distribuir, que no existen. Hay instrumentos y fondos muy interesantes pero con una cobertura no tan amplia y con un acceso restringido. No es que estén mal diseñados o sean discriminatorios, sino que potencian las prioridades que el Gobierno ya ha definido, que son los clusters donde se concentran nuestras industrias, como turismo, acuicultura, minería y otros.