Daniel Scarafia.
Hoy somos test igos de las grandes transformaciones que la masificación e intensificación de uso de las nuevas tecnologías están provocando. Ha sido a partir de Internet, de los dispositivos móviles, la inteligencia artificial y la nanotecnología, por mencionar algunos de los desarrollos más relevantes de las últimas dos décadas, cuando se ha demostrado que la velocidad de los cambios ha sido mucho mayor de lo que vaticinaban los visionarios y analistas hasta hace muy pocos años. Si a eso sumamos la significativa profundidad de esos cambios, podemos afirmar sin temor que estamos ad portas de una transformación sin precedentes en la historia de la humanidad.
¿Exageración? ¿Futurismo delirante? Nada de eso. Es simplemente el arribo de la Cuarta Revolución, que será más impactante que lo que fue el paso de la producción manual o artesanal a la mecanizada (a partir del vapor), que la llegada de la electricidad a las industrias o que el propio surgimiento y consolidación de las Tecnologías de Información y Comunicaciones. Para entender de qué estamos hablando, lo primero que tenemos que decir es que la Cuarta Revolución conlleva la integración e interacción a gran escala de los humanos con máquinas, característica que de por sí nos habla no solo de un impacto económico y social, en términos productivos, sino que también de probables transformaciones sociopolíticas.
Dando vida a este nuevo mundo
Tecnologías como la robótica, los sensores y los dispositivos de la Internet de las Cosas (IoT), la nueva inteligencia artificial, la biotecnología, la nanotecnología, aparatos como los drones e impresoras 3D, el cloud computing y la computación cuántica, entre muchas otras, darán vida a este nuevo mundo. Por eso, hay que subrayar que al referirnos a la Cuarta Revolución no estamos hablando de tecnologías en sí mismas, sino de un conjunto de ellas, de un sistema basado en la infraestructura que se ha ido desarrollando día a día en la era digital de nuestros días. Estamos en presencia de los sistemas “ciberfísicos”, es decir, sistemas que combinan elementos físicos que interactúan con software, como sucede con los mencionados sensores de la IoT, que estarán permanentemente enviando datos.
A esto se sumará la omnipresencia de millones de máquinas dotadas de alguna forma de inteligencia artificial, lo cual terminará transformando la vida de los seres humanos, las calles, las ciudades, los países, los mercados y, por supuesto, las empresas y los negocios. El horizonte de impacto económico no es tan lejano como algunos creen, ya que, de hecho, según cifras de Accenture, las tecnologías asociadas a la Cuarta Revolución podrían agregar unos US$14,2 billones a la economía mundial en los próximos 15 años.
La palabra clave en todo este proceso será la “automatización”. Habrá casas inteligentes en ciudades inteligentes, en donde muchas tareas antes realizadas por personas se harán ahora sin intervención humana; se albergarán sistemas y vías de transporte inteligentes, con datos en tiempo real de lo que acontece, en donde los negocios también serán más inteligentes a lo largo de toda la cadena de valor. Habrá fábricas con líneas de producción y procesos logísticos realizados por máquinas de principio a fin. Es un nuevo mundo.
Lo anterior redundará en una mayor calidad de vida para las personas, pero también marcará el fin de muchas cosas como las hemos conocido hasta hoy, como muchos oficios y profesiones, por ejemplo. Sin ir más lejos, según cifras presentadas en el Foro de Davos de este año, la Cuarta Revolución podría significar que en los 15 países más industrializados se pierdan unos 5 millones de puestos de trabajo.
Cambiar la forma de pensar
Como contrapartida, se estima que los países de economías emergentes podrían verse más beneficiados, ya que serán ellos los que incrementarán la calidad de vida de sus ciudadanos de manera más tangible, al menos, en un principio.
Desde esa perspectiva estamos hablando del reemplazo de las personas por máquinas, lo cual será posible por los formidables avances en inteligencia artificial, tecnología que permite a computadores imitar el comportamiento humano, en especial, resolver problemas y aprender.
Estos avances ya son patentes en herramientas basadas en tecnología cognitiva y que actualmente operan, entre otros, en los servicios al cliente -con sistemas de interacción y chat que responden a la voz humana o su escritura-, en traducciones automáticas e incluso en sistemas que pueden redactar textos a partir de información.
La Cuarta Revolución es tan radical que nos obliga a mirar el futuro, pero viéndolo desde hoy. Es tan profunda que nos obliga a pensar, pero también a cambiar la forma de pensar. Ya no sirve, como antaño, sentarse a esperar señales, después analizar y luego tomar medidas y realizar extensas planificaciones. Tampoco los plazos para la implementación de las nuevas tecnologías son los mismos de antes. Todo es inmediato y hasta la innovación permanente, en este contexto, debe comprenderse apenas como un “estar al día” o una forma de sobrevivir.