Marcelo Román.
Chile es un país que actualmente tiene una baja diversificación productiva. Según datos de Aduana de 2012, el 63% de nuestras exportaciones corresponde a metales y productos derivados, gran parte de ellos cobre, seguidos por alimentos, bebestibles y tabaco con un 12%. Todos ellos tipos de productos ligados a materias primas, demostrando que nuestra matriz productiva tiene poca influencia de tecnología y servicios y una alta dependencia de commodities.
Sin embargo, hoy vivimos en una economía digital que está cambiando las reglas de la comercialización entre países, fomentando el impulso a otros sectores y, particularmente, el desarrollo de servicios e innovación.
Siguiendo esta misma línea, Corfo comenzó los llamados Programas Estratégicos para impulsar otras industrias, con el objetivo de expandir el abanico de la oferta chilena. Entre estos destaca el que busca fomentar la industria creativa nacional, ya que, a pesar de la existencia de innumerable talento local, los países en desarrollo en general somos importadores netos de productos creativos, sin contar con un área importante de exportación de estos bienes.
Para ello, como ACTI hemos trabajado desde hace varios años en una serie de iniciativas presentadas a la Corfo, creando y potenciando instancias que permitan el escalamiento de los negocios creativos, la internacionalización de los bienes y servicios creativos, el desarrollo de plataformas habilitantes, la convergencia con Tecnologías de Información y conocimiento, además de la gestión de talento y formación de capital humano especializado.
El trabajo que durante todo este 2015 hemos realizado a través del Programa Estratégico de la Economía Creativa, del que somos entidad gestora, nos ha permitido profundizar sobre las brechas y oportunidades de este importante sector, como también diseñar una hoja de ruta para los próximos 10 años, tarea cuya primera etapa estará lista en este mes de abril y que permitirá desarrollar esta industria con esfuerzos y visiones compartidas entre el sector público y el privado, que son parte de este diseño y de la gobernanza del programa.
Un sector clave
La economía creativa, si bien incorpora a la industria creativa, incluye también el potencial de fomentar el crecimiento económico, la creación de empleos, las ganancias de exportación y, a la vez, promueve la inclusión social, la diversidad cultural y el desarrollo humano, factores en los que se sustentan los objetivos de este programa nacional. Se trata de un sector que para el país es clave, y que se encuentra en una etapa que requiere de un mayor impulso para su desarrollo futuro.
La economía creativa genera un entorno de crecimiento económico y, además, influye positivamente en otros sectores como, por ejemplo, el turismo, gastronomía y el desarrollo de aplicaciones tecnológicas, entre otros, para lo que es importante el proceso actual de identificación de brechas productivas, que se vienen a transformar en el hilo conductor de decisiones respecto a financiamiento, inversión y desarrollo de competencias para el sector.
Así, estamos trabajando por un Chile con estándares de productividad y oferta exportadora del nivel de los países más desarrollados, creando un mayor capital social para hacer de la industria creativa un sector económico más competitivo a nivel mundial.
Hoy esta actividad representa solo un 1,6% del PIB nacional y se espera que en un plazo de 10 años este porcentaje al menos se duplique. Para lograrlo, requerimos incorporar sectores actualmente no priorizados, que permitan lograr esta ambiciosa meta, donde la revolución de las TI está modificando la estructura de la industria, los canales de distribución, las formas de trabajo y los modelos de negocio, motivo por el cual la estrategia delineada hasta ahora se verá beneficiada con la incorporación de elementos contenidos en la actual agenda digital, que está alineada con el programa marco de los programas de especialización inteligente.