Por Diego Rivera, Director Ejecutivo CheckPersons.
En capacitación, existen dos fenómenos que la pandemia ha dejado al descubierto: El bajo nivel de alfabetización digital en adultos y la poca consciencia de la cuota de responsabilidad individual por la propia formación; ambos enormes desafíos para la industria de la formación de adultos.
Según datos del Sence, su oferta de capacitación en línea presentó un aumento considerable en el último año, pasando del 7,5% (en 2019) al 66.4% el año 2020 y el sistema sigue fortaleciéndose. Gran parte de estos programas han estado centrados en el mundo ejecutivo y/o administrativo, y han dejado fuera a los operarios y técnicos, los que no siempre cuentan con los recursos tecnológicos para adoptar estas metodologías, y, además, las condiciones de infraestructura y sistemas de turno hacen difícil esta tarea, lo que da como resultado, menos horas de capacitación por persona.
Hoy, nuevas metodologías e-learning buscan que operarios y técnicos puedan entrenarse de forma asincrónica y con fácil conectividad abren una nueva problemática: La responsabilidad por la formación recae 100% en el trabajador. Pues no basta con que el trabajador pueda capacitarse, sino que además debe tener la voluntad de hacerlo. En este nuevo contexto, frases como: “la empresa me mandó a un curso”, tan típica de nuestra idiosincrasia, sólo deja ver el rol pasivo que muchos trabajadores toman frente a su propia formación.
Nunca antes el concepto de “invertir en capacitación” tuvo tanto sentido como hoy. Invertir en alfabetización digital es clave, pero también es clave invertir en un cambio de paradigma, donde la responsabilidad por la formación, el desarrollo y el aprendizaje es y debe ser compartida.