Producir, recibir y participar en la elaboración de mensajes y la transmisión de información, nos lleva a reflexionar acerca de los accesos y usos de las herramientas que permiten la interacción y relación entre los diversos actores que componen nuestra sociedad.
Al finalizar la Primera Revolución Industrial, se dio inicio a los primeros intentos por transmitir mensajes telegráficos a grandes distancias de manera rápida y eficiente, utilizando para ello cables submarinos, logrando conectar a Europa con América en 1866, alcanzando así un evento clave para el desarrollo del comercio internacional y modificando para siempre nuestra forma de vida. A Chile esto llegó pocos años después, en 1873, cuando por orden de la empresa Central and South and Central American Telegraph Company se conectó Tehuantepec en México con lo que es la actual ciudad de Caldera.
Estimar la magnitud de esta tarea nos hace tomar conciencia de lo que hoy, casi doscientos años después, podremos alcanzar cuando se concrete el Proyecto de Cable Submarino Humboldt que conectará nuestro territorio con Australia en un trayecto de más de 14.000 kilómetros de largo uniendo los puertos de Valparaíso con Sídney. Su relevancia y magnitud es tal que nos permitirá alcanzar grandes objetivos, tanto en materias económicas -con todo lo que ello conlleva relacionado a estabilidad e inversión-, sino que también nos permitirá progresar en cuanto a industrias tecnológicas, mineras, forestales, científicas y de investigación, entre otras.
El Cable Submarino Humboldt, que tendrá una capacidad inicial de 144 Terabits por segundo (Tbps) y cuya construcción se iniciará en el año 2025, es un gran paso para posicionar a nuestro país como un hub regional de desarrollo y de conectividad digital. Y es un tremendo desafío que debemos abordar de manera estratégica para poder vincular a todos aquellos que conforman lo que desde la Asociación Chilena de Empresas de Tecnologías de Información A.G. hemos denominado “hélice virtuosa”, es decir al mundo privado, público, la academia y la sociedad civil.
Entonces, debemos actuar con prudencia para aprovechar esta oportunidad, para que todos sean partícipes y alcanzar el crecimiento social y económico de manera armónica, resguardando a la vez lo mejor para cada uno de los actores de este ecosistema.
Tanto desde la academia como desde las organizaciones privadas debemos que aunar esfuerzos para educar y entrenar al capital humano del futuro; desde las distintas asociaciones y desde el sector público ayudando a orientar políticas que nos permitan explotar este momento que nos ayudará a dar un salto de calidad hacia el futuro en un planeta donde la conectividad toma cada vez más relevancia. Con ello en mente tenemos la convicción que incluso podremos alcanzar redes regionales que conecten con todo nuestro territorio, llegando por qué no, inclusive la Antártida.