Pedro Trevisan.
¿Qué efecto puede tener el fraude? ¿Los gerentes están conscientes?
Se estima que las organizaciones en el mundo pierden en promedio un 5% de sus ingresos por eventos de fraude. Si bien en general diría que cada vez existe más conciencia de esto, cuando hablamos del fraude ocupacional hay muchas empresas que ignoran la magnitud o extensión del riesgo, hasta que se enfrentan a un caso. Y, más allá del impacto económico, que es evidente, existe un riesgo reputacional y, en algunos casos, legal que debe considerarse.
¿El fraude es más comúnmente interno (colaboradores) o externo (clientes)?
Eso depende bastante de la industria. Por ejemplo, la industria financiera y el retail tienen una alta exposición a distintos esquemas en medios de pago y esquemas de apropiación indebida. Otras como la minería y el sector industrial están más expuestos al fraude interno, por conflictos de interés y soborno entre privados, entre otros. Pero es claro que es un riesgo que está presente en todas las organizaciones y estas deben evaluarlo y hacer esfuerzos razonables para prevenir y detectar oportunamente.
¿Está creciendo realmente o ahora somos más conscientes de su existencia?
Por un lado, la pandemia ha aumentado los principales factores de riesgo de fraude (oportunidad y presión), y hemos visto como consecuencia un alza significativa en varios esquemas. Así lo reflejan, además, las cifras: 8 de cada 10 especialistas dedicados a la investigación observa un incremento de los niveles de fraude.
Está más que estudiado que los riesgos de fraude y corrupción se disparan frente a las crisis. “La necesidad tiene cara de hereje”, y por los datos que tenemos a 2020 desde la Asociación de Examinadores de Fraude Certificados (AFCE), los problemas económicos son la razón de 1 de cada 4 fraudes, y los divorcios y problemas familiares están detrás de 1 de cada 8.
Por otra parte, la digitalización forzada o acelerada por la pandemia ha aumentado la exposición de los sistemas de control de las empresas, que su inmensa mayoría se diseñaron para un entorno sin la tecnología de hoy y que mucho menos expresan las necesidades actuales del distanciamiento social y lo que se ha llamado la “nueva realidad”. El teletrabajo y la inexistencia de barreras físicas para el control de la información, generan riesgos que aún no han sido internalizados por los ambientes de control en todas las compañías.
¿Qué tipos de fraude han crecido en el contexto de la pandemia?
Hemos visto un aumento significativo en Chile de esquemas de fraude vinculados a ciberfraude, que incluyen, intervención de correos corporativos, hackeo, ransomware, y malware. Esto no es llamativo dado el escenario de la pandemia en el que miles de empresas se pasaron al trabajo remoto sin contar necesariamente con la infraestructura tecnológica y los controles adecuados para hacer frente a los cambios de operación.
Por otro lado, han aumentado los esquemas de fraude en medio de pagos (tarjetas de crédito y pagos fraudulentos), o por proveedores o vendedores (sobrefacturación, productos fraudulentos, y precios inflados). Estos últimos se explican por la necesidad de recurrir a flujos de caja.
Asimismo, en este contexto debemos poner atención a los posibles esquemas de fraude en los estados financieros y aquellos relacionados a la corrupción.
¿Hoy las organizaciones tienen medidas efectivas para prevenir el fraude interno?
Diría que en general las empresas en Chile han tenido un enfoque más bien reactivo. Cuando miramos los datos sobre Gobierno Corporativo que reportaron las Sociedades Anónimas Abiertas a fines de marzo (NCG 385), vemos que el 1 de cada 3, no ha tomado ninguna medida de control, prevención, detección o investigación del fraude y la corrupción, y que la mitad tiene controles insuficientes. Es un escenario complejo, sobre todo con el impacto de la pandemia y los grandes desafíos que esto representa para el control interno.
Los estudios demuestran que los mayores desafíos que tienen las compañías en la lucha contra los delitos económicos y la corrupción son, en primer lugar, no contar con presupuesto dedicado a la prevención, en segundo lugar, falta de comunicación entre departamentos y, por último, una carencia de controles efectivos.
¿Cómo la tecnología puede ayudar a combatir el fraude?
Lamentablemente, aún debemos reforzar lo básico. Lo primero que toda organización debe implementar y evaluar su correcta implementación es el canal de denuncia. Este medio sigue representando más del 50% de la detección de irregularidades.
En segundo lugar, la analítica forense, sin lugar a dudas, está siendo un elemento fundamental en este período, y continuará después de la pandemia también, en la detección temprana y proactiva de riesgos y la evaluación de nuevos patrones de riesgo producto de la pandemia. Permite mitigar y compensar, en el corto plazo, las debilidades que se presentan por la falta o reducción de controles, sin representar un costo inalcanzable para organizaciones de diversos tamaños.
¿Qué capacidades permiten estas soluciones de detección y prevención de fraudes?
Está demostrado que las empresas que han incorporado herramientas proactivas de detección, como la analítica forense y métodos de monitoreo continuo, son capaces de detectar antes y reducir a más de la mitad el impacto económico promedio de un evento adverso. Como dice el dicho “prevenir es mejor que curar” y, en este sentido, hago un llamado a tomar en serio este riesgo y el desafío que representa el contexto actual, para no lamentar crisis reputacionales, penales y económicas cuando estos fraudes salgan a la luz y ya sea tarde.