Hasta hace muy poco tiempo, cuando hablábamos de innovación, usualmente nos referíamos a algún cambio drástico en la manera de hacer las cosas (procesos) o en los productos desarrollados por alguna empresa, que le daban una posición competitiva ventajosa, y eso era resultado de la creatividad de alguna persona o de un pequeño equipo de personas, con mente privilegiada.
Hoy se reconoce que la innovación continua en los productos y en los procesos es más bien el resultado de la implantación de un ambiente que sea proclive a la misma y a un conjunto de procesos que fomente la generación de muchas ideas, que permitan seleccionar aquéllas que tengan la potencialidad para generar el cambio deseado, implantarlas en modalidad de un piloto o adoptarlas de una vez, y reconocer tanto el impacto de la idea como a su generador.
Lo anterior implica una decisión explícita de la organización en cuanto a fomentar la innovación y los recursos de tiempo, materiales y financieros para apoyarla.
Este proceso, que es cada día más reconocido y adoptado en el mundo empresarial, debería ser entendido y considerado como algo natural en la etapa de enseñanza-aprendizaje, en particular como complemento de los conocimientos, disciplinas y técnicas específicas de una carrera profesional. De esa manera, los estudiantes podrían, además de aprender sobre las aplicaciones clásicas de dichos conocimientos y técnicas, aplicar su propia creatividad buscando nuevos usos y generación de valor en productos y procesos.
Desafortunadamente en nuestro sistema educacional, salvo honrosas excepciones, se enfatiza la adquisición de los conocimientos y luego su aplicación clásica y ‘de la manera correcta’, fomentándose la uniformidad y desperdiciándose la oportunidad de descubrir nuevas aplicaciones.
Cooperación empresa-institución educacional
Es acá donde la relación empresa-institución educacional podría encontrar un espacio de mayor cooperación, en el que desde la empresa privada se fomente (y financie) un proceso de innovación realizado como parte de un proceso educacional, canalizando la creatividad de los alumnos hacia nuevos campos de aplicación de los conocimientos, tecnologías y técnicas.
Ciertamente que el mundo de las TIC provee un ambiente ideal para este tipo de iniciativas, ya que cual caja de herramientas virtual e ilimitada, permite generar nuevos productos y servicios que efectivamente cambien y mejoren en forma sustancial la manera en que se desarrollan los productos, servicios y otras acciones de nuestra vida diaria.
De hecho, este tema es tremendamente importante en Chile y en los otros países de Latinoamérica, los que en general realizan actividades de investigación y desarrollo que indefectiblemente están ligadas con la innovación, muy limitadas en cuanto a la inversión en este tema respecto al PIB.
Mayor incorporación tecnológica = Mayor crecimiento
La experiencia en los países desarrollados demuestra que a mayor incorporación tecnológica, mayor desarrollo y crecimiento económico. Es entonces fundamental que tanto el sector público como privado desarrollen este ambiente en que se impulse y reconozca la innovación y la adopción de tecnología en la misma, de manera que efectivamente podamos mejorar nuestra participación de productos y servicios, en un mundo global, cada vez más competitivo. El fomento de la integración productiva de las empresas y las organizaciones educacionales, a la luz de la implementación de procesos de innovación como el descrito, es un paso vital en el desarrollo de esta cultura para la innovación.
Marzo de 2006