La situación actual de los sistemas heredados o legados (“legacy systems”) en las empresas chilenas se caracteriza por una coexistencia de tecnologías bien diversas, con características marcadamente distintivas. En general, son de difícil y/o compleja escalabilidad, poco atractivas para su uso, dependen altamente del conocimiento experto de un grupo reducido de personas, pero, a su vez, suelen ser seguras por su baja integración, con limitado y medido costo de mantenimiento dado que rara vez fallan y, además, hacen lo que tienen que hacer luego de tantos años de mejoras recibidas.
Comúnmente, se las llama tecnologías obsoletas. Y, probablemente, sea un término correctamente colocado. Sin embargo, en numerosas oportunidades, cuando se analiza la factibilidad de su reemplazo, dado que resuelven numerosas casuísticas, suele ser bien complejo dicho desafío. No sólo por los recursos económicos que se requieren sino también por el esfuerzo organizacional y riesgo operacional asociado, ya que por lo general es el backbone de las organizaciones.
No obstante, su actualización es un desafío al que toda organización más temprano que tarde deberá enfrentar. La decisión de mantener y convivir con estos sistemas legacy (o bien modernizarlos) depende de varios factores, como la criticidad de las aplicaciones o funcionalidades para el backbone del negocio, los costos y riesgos de su operación asociados, cambios normativos y nuevas exigencias de seguridad, y finalmente, la estrategia definida a largo plazo de la organización.
Si bien los sistemas legacy pueden impactar la agilidad y adaptación de una empresa en un entorno competitivo, también representan una inversión significativa en tiempo y recursos. Esto último (los costos) suelen ser la verdadera barrera para la modernización, siendo obvio que el cambio (a menudo) es esencial para mantener la relevancia y la competitividad.
Una mirada holística
Ambos caminos, tanto la coexistencia como su reemplazo, son caminos totalmente viables. Incluso, en muchos casos, una estrategia mixta suele ser lo más recomendable. Sin embargo, es conveniente hacer un análisis holístico de distintas variables para delinear la mejor estrategia que lleve, finalmente, a modernizar dichos sistemas y, en definitiva, a brindar los servicios que se requieren.
Para reemplazar sistemas heredados de manera estructural, se recomienda adoptar una estrategia integral, que incluya migraciones graduales, aprovechar todos los beneficios de la nube y la virtualización, priorizar la seguridad durante la transición y la interoperabilidad con los sistemas satélites. Los principales beneficios que uno encuentra en estas actualizaciones incluyen mejoras en la eficiencia operativa, capacidad de ofrecer nuevas funcionalidades a los clientes (internos-externos) y una mayor resiliencia frente a amenazas cibernéticas, juntamente con un mejor apego a nuevas normativas. No obstante, la contracara suele ser un incremento del riesgo dada la exposición de mayor funcionalidad y capacidades al público experto.
En cuanto a las tendencias emergentes, las empresas deben estar atentas a la automatización (RPA, del inglés “Robotic Process Automation”), el correcto uso de la inteligencia artificial y el enfoque centrado en los datos generados por la operación y administración del negocio, para maximizar el valor de sus sistemas existentes. Además, siempre es bueno tener un ojo en la adopción de metodologías ágiles y colaborativas, ya que éstas son fundamentales para impulsar la innovación y mantenerse vigente en un entorno empresarial local y regional en constante evolución.