Por Francisco Rojas, Director Ejecutivo de Applied Intelligence para Accenture Chile.
La Inteligencia Artificial (IA) es una constelación de muchas tecnologías diferentes que trabajan juntas para permitir que las máquinas perciban, comprendan, actúen y aprendan con niveles de inteligencia similares a los humanos. La IA también puede ayudar a las empresas a alcanzar sus objetivos, ya sea mejorar el servicio al cliente u optimizar la cadena de suministro.
La IA “débil” o “estrecha” es la que realiza una única tarea o un conjunto de tareas. Por ejemplo, las asistentes digitales, el software que analiza los datos para optimizar una función empresarial determinada. Estos sistemas son potentes, pero el campo de juego es estrecho: tienden a centrarse en el impulso de la eficiencia.
La IA general o “fuerte”, se parece más a lo que se ve en las películas de ciencia ficción, donde las máquinas sensibles emulan la inteligencia humana, pensando de forma estratégica, abstracta y creativa, con la capacidad de manejar una serie de tareas complejas. Aunque las máquinas pueden realizar algunas tareas mejor que los seres humanos (por ejemplo, el procesamiento de datos), esta visión de la IA general plenamente realizada aún no existe fuera de la pantalla de cine.
Por eso es crucial la colaboración entre humanos y máquinas: en el mundo actual, la IA sigue siendo una extensión de las capacidades humanas, no una sustitución.
El uso de IA se considera desde hace tiempo una fuente potencial de innovación empresarial. Con los habilitadores ya establecidos, las organizaciones están empezando a ver cómo puede multiplicar el valor para ellas. La automatización reduce los costos y aporta nuevos niveles de coherencia, velocidad y escalabilidad a los procesos empresariales; de hecho, algunos clientes de Accenture están viendo un ahorro de tiempo del 70%.
Sin embargo, aún más convincente es la capacidad de la IA para impulsar el crecimiento. Las empresas que escalan con éxito ven el triple de rendimiento de sus inversiones en IA en comparación con las que se quedan en la fase piloto. No es de extrañar que 84% de los ejecutivos de la alta dirección crean que deben aprovechar la IA para alcanzar sus objetivos de crecimiento.
Hasta ahora, no ha habido un plan para pasar de la prueba de concepto a la producción y a la escala. En este punto de inflexión, es imperativo que las empresas den los pasos necesarios para escalar con éxito.
¿Cómo avanzar? Primero es necesario definir el valor de negocio. Existen innumerables formas de utilizar la IA. ¿Cómo deciden las organizaciones en qué centrarse? Para escalar con éxito, empiece por definir lo que significa el valor para su empresa. A continuación, evalúe y priorice las distintas aplicaciones de la IA en función de esos objetivos estratégicos.
También es necesario preparar a la fuerza laboral. Se requiere de un talento diverso. A pesar de los primeros temores de que la Inteligencia Artificial y la automatización conducirán a la pérdida de puestos de trabajo, el futuro de la IA depende de la colaboración entre humanos y máquinas y del imperativo de reconfigurar el talento y las formas de trabajo.
Finalmente, las organizaciones deben diseñar su estrategia de IA teniendo en cuenta la confianza. Esto significa crear las estructuras de gobernanza adecuadas y asegurarse de que los principios éticos se traducen en el desarrollo de algoritmos y software.
Aplicar estos factores con éxito puede ayudar a las organizaciones a desbloquear un valor exponencial y a seguir siendo competitivas. La Inteligencia Artificial ya no es simplemente un “bien que hay que tener”, sino que es fundamental para el futuro de una empresa.