Tras comenzar con los primeros pilotos de emisión de tarjetas con chip a fines de los 90’, el mercado comenzó a hablar con fuerza de esta nueva tendencia que prometía transacciones más seguras, pero pese a los avances generados en Brasil y México, sólo se vieron tímidos volúmenes de migración. Ocho años después, Venezuela -hoy casi 100% chip- y Colombia se sumaron dando inicio a la segunda ola de transición a chip EMV (Europay MasterCard Visa) en la Región y convirtiendo esta tendencia en una realidad que debería acabar con la clonación de tarjetas una vez que la migración sea completa.
¿Cómo se ha dado la evolución de esta tendencia en la Región?
Europa siempre ha estado a la vanguardia, incluso empezó con algunas tecnologías propietarias y después fue migrando hacia el estándar EMV. En el paso siguiente está América Latina, una de las principales regiones donde la tendencia de todos los países es ir hacia la tecnología de chip, lo que ha ocasionado que hoy ésta ya no sea una tendencia sino una realidad. No hay ningún país en Latinoamérica en el que no se hayan iniciado discusiones sobre un plan para migrar, e incluso aquéllos rezagados ya han anunciado el inicio de iniciativas en este sentido.
¿Qué factores han sido retardantes de esta migración?
Principalmente el hecho de que es una migración compleja: no se trata solamente de emitir las tarjetas con chip, es necesario modificar los terminales, puntos de ventas, cajeros automáticos para que acepten transacciones con chip y los sistemas de la redes de comunicación entre cada uno de estos elementos. Es un proceso complicado que requiere que muchos de los actores estén involucrados al mismo tiempo y las redes de adquirencia cambian mucho de un país a otro, es decir, quién es el dueño del terminal de punto de venta o del cajero, quién es el responsable de cada uno de los elementos; llegar a consensos es a veces complejo, por lo mismo las velocidades de migración son diferentes en cada país.
Adicionalmente, un tema que aporta en la transición y que apalanca la implementación desde el punto de vista de los adquirentes, que son las empresas que manejan los puntos de venta y cajeros, es el “cambio de responsabilidad”. Este concepto, impulsado por las marcas, determina que en caso de que se cometa un fraude por clonación de banda magnética en una tarjeta que también tiene chip, la responsabilidad es del adquirente, que es quien aceptó la transacción, por no soportar una tecnología completamente segura. Eso está haciendo que las redes, tanto de cajeros como de puntos de venta, empiecen a migrar hacia chip.
¿Se ha medido el impacto de esta tecnología en la reducción de fraudes?
Primero hay que aclarar que se requiere de todo un ecosistema para que el sistema sea seguro en su totalidad. Existen varios tipos de fraude: por clonación, robo o extravío y tarjeta no presente. La misión “per sé” de esta tecnología es evitar la clonación, y hasta hoy no ha habido vulneración, aparte de casos puntuales de pruebas de laboratorio, por lo que en comparación con la banda magnética el nivel de fraude es cero. Y eso depende de que el ecosistema sea chip; si una parte no lo es, en esa parte todavía se podrá hacer fraude por clonación.
Cuando el cien por ciento de la infraestructura mundial sea chip, no debería existir fraude por clonación. Podría haber algunos ataques de cierto tipo, pero no una clonación como tal.
¿Qué nuevas aplicaciones se pueden esperar con esta tecnología?
La tarjeta con chip es un pequeño computador, por lo que tiene muchas alternativas. Por ejemplo, se podrían tener varias tarjetas (débito y crédito) dentro de una y el usuario podría seleccionar cuál quisiera ocupar. También se está implementando de manera importante en el mundo el contactless (sin contacto), que permite acelerar la velocidad de la transacción, por ejemplo, para el pago en el transporte público, pero usando la misma seguridad de los procesos bancarios. Y esto después se puede extender ya no a un universo de tarjetas, sino de dispositivos, como relojes o llaveros contactless y el sistema NFC en los celulares, para usarlos como medio de pago. Asimismo, hay muchas aplicaciones masivas y de nicho que se pueden instalar en el chip como cupones, programas de lealtad para clientes o algunas específicas para universidades.
Es decir, existe la capacidad de almacenar información en la tarjeta con chip de manera segura, lo que obviamente da portabilidad y múltiples alternativas, sin necesidad de conectarse en línea antes, sino que validando la operación en el momento.
En materia de gobierno, por ejemplo, la tarjeta podría ser una llave para firmar digitalmente documentos.
En Chile, ¿en qué etapa estamos?
Se está iniciando la migración. En México ésta demoró entre seis y ocho años, en Venezuela entre dos y tres, lo que refleja que el conocimiento del mercado sobre el proceso de migración va cambiando, por lo tanto la transición se va acelerando, aunque depende de las estrategias de cada banca y país. En Chile, no hay una legislación como la de Venezuela que hizo obligatorio el uso de tarjetas con chip, pero eso no implica que no se migrará o que se demorará más.
La migración es una realidad, se ve en todos países de América Latina y del mundo, incluso en EEUU, uno de los más reticentes, y se espera que la transición sea masiva en 2015 y 2016, por lo que probablemente antes de que termine esta década todo el mundo va estar en chip y podremos decir adiós a la clonación, además de facilitar la bancarización fruto de la mayor seguridad y sensación de confianza que permite esta tecnología.