Raúl Rivera, Presidente del Foro Pro Innovación: “Un Chile innovador no es un país de ‘sabiondos’ en torres de marfil, sino de innovadores capaces de crear nuevas realidades”

Movilizar las energías del mundo privado en coordinación con el sector público, es el desafío que se ha planteado el Foro Pro Innovación, una entidad que desde el año 2006 busca promover un mayor nivel de innovación en los ámbitos empresariales, académicos y públicos. Para lograrlo, hoy aúna a importantes instituciones del país, como la Fundación Chile, CEP y las Universidades de Chile, Católica y Adolfo Ibáñez, así como relevantes asociaciones empresariales (CPC, ACTI, Conacep). Todo con el objetivo de poner en marcha iniciativas concretas que permitan dar el salto de innovación en estos tres ámbitos.

Publicado el 30 Jun 2008

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Movilizar las energías del mundo privado en coordinación con el sector público, es el desafío que se ha planteado el Foro Pro Innovación, una entidad que desde el año 2006 busca promover un mayor nivel de innovación en los ámbitos empresariales, académicos y públicos. Para lograrlo, hoy aúna a importantes instituciones del país, como la Fundación Chile, CEP y las Universidades de Chile, Católica y Adolfo Ibáñez, así como relevantes asociaciones empresariales (CPC, ACTI, Conacep). Todo con el objetivo de poner en marcha iniciativas concretas que permitan dar el salto de innovación en estos tres ámbitos.

¿Qué aportes se generan en el país al fomentar las prácticas innovadoras?
Convertir a Chile en un país innovador es la única manera de lograr que la tasa de crecimiento económico se acelere desde los actuales niveles que tenemos a aquéllos en que deberíamos estar, cercanos al 8%, prácticamente el doble de los actuales. Hay industrias emergentes cuya aparición es en sí una innovación y en las que Chile debe ser un protagonista. El ejemplo más relevante es la exportación de servicios globales, que debería generar entre 100 mil y 150 mil empleos directos y US$5.000 millones en exportaciones adicionales en un horizonte de cinco a ocho años. Sólo eso añadiría cerca de medio punto anual a nuestra tasa de crecimiento. Así como ésta hay otras oportunidades de generar prácticas e industrias innovadoras que pueden tener un importante impacto en el país.

¿Cómo se observa la capacidad innovadora local?
El principal problema es que ‘innovación’ sigue siendo para muchos una palabra abusada, vaga y difícil de asimilar. La mayoría de los chilenos no se ha dado cuenta de que la innovación no sólo es la principal palanca para el desarrollo de los países, sino para que una empresa tenga mayores utilidades. Mientras no esté clara esa conexión entre innovar y ganar más plata, no invertiremos lo suficiente, ni como empresa ni como país. Queda totalmente claro que nunca nos transformaremos en un país desarrollado si nos quedamos en las declaraciones sobre innovación y no nos convertimos en un país más innovador. En resumen, necesitamos pasar de la conversación a la acción en esta materia, como en muchas otras.

¿Cuáles son los desafíos en este sentido?
Lamentablemente, no veo una sensación de urgencia en el tema de innovación ni que la gente entienda que ésta es la principal palanca para acelerar la tasa de crecimiento del país desde el 4% al 8% anual. Cualquiera diría que tenemos años para lograrlo, pero no es así porque el mundo no nos espera.

¿Qué países pueden ser un ejemplo para Chile en este tema?
Inglaterra se convirtió en una potencia mundial gracias a sus innovaciones en la época de la Revolución Industrial, principalmente por la industrialización de los textiles, el desarrollo del acero y la invención del motor a vapor. Con Estados Unidos lo mismo; gracias a la industria automotriz, los plásticos, la electrónica de consumo, y más recientemente con la microelectrónica. Como resultado hoy estamos en plena Revolución Informática a nivel mundial. Hay países que han sabido aprovecharla mejor que nosotros. Irlanda, por ejemplo, era uno de los más pobres de Europa hace 20 años y tras una campaña país para posicionarse como polo europeo en la industria TI se convirtió en la segunda nación con el mayor PIB per cápita de Europa, detrás sólo de Luxemburgo. Algo similar pasó en Finlandia gracias a su rol protagónico en el desarrollo de la telefonía móvil y ahora está pasando en países asiáticos como India, como gran polo exportador de servicios, principalmente informáticos. Esta última actividad fue identificada por Boston Consulting Group (BCG) como la industria con mayor potencial de crecimiento en Chile: US$1.500 millones al 2010, si hacemos las cosas bien.

¿De qué forma se puede fomentar la innovación en el mundo empresarial?
En las empresas no siempre está clara la conexión entre innovación y la oportunidad que ella ofrece de diferenciarse y crear una ventaja competitiva que permita aumentar las utilidades. Y hasta que no vean cómo opera esa conexión en su caso particular, ninguna invertirá los recursos requeridos. El Foro Pro Innovación, en conjunto con el Ministerio de Economía y la CPC, creó el año pasado el Avonni, Premio Nacional a la Innovación, que reconoce a quienes están haciendo innovación con éxito en Chile, para demostrar este concepto en la práctica.

¿Qué importancia tiene en este sentido la colaboración academia-empresa?
La innovación frecuentemente tiene su origen en la investigación y el desarrollo científico que ocurre al alero de las universidades. En Chile eso pasa poco, en parte porque las universidades y las empresas parecen vivir en mundos apartes. Las universidades están más orientadas a publicar los resultados de sus investigaciones en revistas internacionales que en aprovechar esos conocimientos para crear riqueza en Chile trabajando ‘mano a mano’ con las compañías. En un Chile innovador, eso tiene que cambiar.

En un Chile innovador, los egresados de las universidades debieran no sólo tener conocimientos, sino ser capaces de mirar el mundo con sus propios ojos, generar ideas y sentir una pasión irrefrenable por hacerlas realidad. En otras palabras, un Chile innovador no es un país de ‘sabiondos’ encerrados en torres de marfil, sino de innovadores capaces de crear nuevas realidades, cada cual en su ámbito, pero muy conectados a la realidad. Habrá innovadores en el mundo académico (que los necesita desesperadamente), en el mundo empresarial (un Chile innovador es un Chile emprendedor) y en lo público (nuestro aparato público es anacrónico y disfuncional). Finalmente, en un Chile innovador, las universidades tendrán que convertirse en polos de innovación académica. A futuro, las carreras deberán ser más cortas y más que formar ‘especialistas’, deberán formar personas que cuenten con las habilidades para desenvolverse en una sociedad en que el conocimiento no ‘se tiene’ sino que se maneja y, sobre todo, se crea.

¿Cómo evalúa la política pública chilena en cuanto a este tipo de incentivos?
En comparación a cómo estábamos en el 2006, hemos avanzado ‘años luz’. Hace dos años se hablaba mucho del tema, pero se hacía muy poco. En lo público, hoy tenemos un Consejo Nacional para la Innovación y la Competitividad y los resultados del estudio del BCG, que nos dio gran foco en este tema. Gracias a todo esto, la innovación está instalada en la agenda pública y tenemos una Presidenta con vocación de empujarla. De hecho, dos de los Consejos Públicos Privados que se están creando en torno a los clusters ya están operando. Pero este avance, por significativo que sea, en ningún caso es suficiente y falta hacer mucho para que la innovación se haga realidad en Chile. Por ejemplo, la aprobación del proyecto de ley que permite desgravar la inversión en I+D es un paso muy importante, pero tenemos que tener cuidado de que se implemente bien y no se burocratice excesivamente.

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Redacción

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