Este año 2017 trajo nuevos objetivos y propósitos tanto de negocio, como de desarrollo: qué necesitan las empresas y qué metas quiere lograr el trabajador para seguir creciendo y avanzando en su labor, son algunas de las interrogantes que conviene disipar y esclarecer ahora.
Para marcar este camino, las compañías brindan herramientas para ayudar a los colaboradores a desarrollar metas claras y alcanzables. Además de precisar bien los objetivos de desempeño personal y su bajada a la realidad, es el momento de adecuar lo que cada uno desea como trabajador a lo que la empresa necesita. En pocas palabras: alinear expectativas.
La gran pregunta es: ¿qué se debe tener en cuenta para definir estos propósitos y hacerlos realidad?
Según Martín Chávez, director de Recursos Humanos de Kimberly-Clark Región Austral: “El procedimiento de planificación requiere de trabajo en grupo, donde cada miembro comprenda exactamente cuáles son sus tareas, y supone crear un largo proceso de optimización de todos los esfuerzos. El modelo SMART facilita esta labor permitiendo la disposición de metas a partir de parámetros como: ser específicos, medibles, alcanzables, relevantes y tener un tiempo definido, favoreciendo la visualización a futuro del mismo en el negocio”.
Los objetivos de desarrollo, a diferencia de los de desempeño, requieren de tiempo y reflexión: se pone en juego la posibilidad de desarrollar habilidades para seguir creciendo en otras posiciones futuras. Lo interesante de este acercamiento es alinear objetivos profesionales y personales, integrándolos, para que también esta etapa de generar objetivos pueda ser una fuente de motivación personal.
Sin duda el gran beneficio de trabajar en los objetivos de desempeño es la contribución positiva a generar una mayor motivación interna y, consecuentemente, a aumentar el compromiso con la empresa y tener equipos altamente comprometidos para llegar a tener una relación win-win donde todos, empresa y colaboradores, ganen juntos.