Conectividad Rural

La aproximación al tema de la conectividad no resulta fácil. Pensamos en ella como un accesorio o algo vinculado a lo tecnológico, ajeno y cuyo valor concreto cuesta palpar. Para poder enfocarlo resulta interesante considerarlo más bien desde la mirada de la conducta humana. En ella la ?conectividad? tiene un rol básico y fundamental y la podemos asimilar a la comunicación, ya sea entre personas o con nuestro entorno físico inmediato. Nos damos cuenta entonces que es esencial y que ella determina nuestra noción del mundo que nos rodea tanto como la ?trama de la tela? de nuestra sociedad.

Publicado el 31 Mar 2005

La aproximación al tema de la conectividad no resulta fácil. Pensamos en ella como un accesorio o algo vinculado a lo tecnológico, ajeno y cuyo valor concreto cuesta palpar. Para poder enfocarlo resulta interesante considerarlo más bien desde la mirada de la conducta humana. En ella la “conectividad” tiene un rol básico y fundamental y la podemos asimilar a la comunicación, ya sea entre personas o con nuestro entorno físico inmediato. Nos damos cuenta entonces que es esencial y que ella determina nuestra noción del mundo que nos rodea tanto como la “trama de la tela” de nuestra sociedad.

Las tecnologías de tratamiento digital de la información no han hecho otra cosa sino entregarnos un nuevo campo donde ejercer esta característica fundamental de lo humano: comunicarnos. Por otra parte, estas tecnologías han alcanzado una escala masiva, planetaria. Este “nuevo órgano”, mediante el cual podemos comunicarnos, tiene proporciones globales y velocidades inconcebibles, permitiéndonos así alcanzar personas, organizaciones e información, más allá y más rápidamente que ningún otro medio tradicional. Entonces, al considerar la escala global, la rapidez y lo fundamental que es, debemos darnos cuenta que no es posible mantenerse vigente y activo en la sociedad actual -como organización o persona- estando al margen de las tecnologías actuales de comunicación.

Estrategia de supervivencia

Tal como no nos resulta evidente el paso de una estación del año a otra, si miramos sólo el día de ayer y el de hoy tampoco nos damos cuenta cuán profundo es el efecto de las comunicaciones digitales, si no miramos con detención y en perspectiva nuestro accionar diario. Consideremos, por ejemplo, cuántas “cartas aéreas” hemos escrito este último año o cuántos catálogos de productos o servicios hemos pedido por correo o cuántos viajes al extranjero hemos realizado en busca de artículos, maquinaria o procesos específicos…La respuesta es una sola: menos, mucho menos. Sin embargo, hoy estamos más informados en menos tiempo y más integrados con quienes quieren algo de nosotros y con aquellos de los que nosotros queremos algo, accediendo a volúmenes de información impensables hace sólo pocos años. Esto, a su vez, deja muy poco espacio, si es que alguno, para “especular” o para simplemente “esperar que las cosas sigan como eran”. Hoy, se debe basar la estrategia de supervivencia en la generación y comunicación de “valor” y se recibirá, con transparencia casi imperdonable, el precio que el mercado GLOBAL le asigne.

En este contexto, y mirando ahora a la estructura productiva de algunos de los sectores más activos de nuestro país, debemos preguntarnos ¿qué tan ‘a caballo’ del mundo nos encontramos? y mirar la respuesta con amplitud y proyección.

Si observamos las estadísticas de Corfo respecto de las empresas por sector, nos damos cuenta que entre los 20 sectores con mayor número de empresas están los relacionados con los cultivos de frutas y verduras, crianza de animales, forestales, acuicultura y otros que se dan preferentemente en las zonas rurales. Naturalmente, son estos sectores los que están marcando la diferencia de la inserción moderna y actual de nuestro país en el mundo.

Sin embargo, debido a la estructura inherente a la faena rural, este vehículo de la comunicación digital que llamamos “conectividad” está o ausente o francamente anémico. Desde hace tiempo existen respuestas tecnológicas para dotar de conectividad a micro y pequeñas empresas insertas en lo rural, al igual que a las poblaciones aledañas que atesoran un valor cultural que sólo hemos empezado a comprender ahora, expuestos a la globaliza-ción. Estas empresas y estas comunidades, fundamentales en la identidad y valor de nuestro país, están virtualmente desconectadas.

Lo que se está haciendo

A la luz de todo lo anterior, debemos preguntarnos ¿cuál es el destino que nos espera en el mundo actual y globa-lizado si mantenemos esta situación?. En mi opinión, la respuesta es seguir siendo un país aislado, económicamente pequeño, cruzado por organizaciones globales, dependiente y, por sobre todo, ausente a nuestra propia identidad y real potencial.

La siguiente e inmediata pregunta que cabe hacernos es, entonces, ¿qué estamos haciendo para conectarnos, no sólo entre nosotros sino a este mundo global?.

Hay iniciativas y experiencias. Existen ejemplos como el valle viñatero de Casablanca, fondos concursables de Corfo-FDI, esfuerzos desde organizaciones del Gobierno por dotar de conec-tividad inalámbrica a algunos espacios públicos, colegios, etc. Sin embargo, las tecnologías Wi-Fi y Wi-Max (IEEE 802.11 y 802.16 respectivamente) están en pie de dotar de conexión a áreas rurales, tanto por capacidad como por cobertura y precio. Y, ciertamente, hay un grado de actividad al respecto. Tal vez, lo que nos hace falta comprender es el fundamental y profundo impacto en lo social, productivo y cultural que la realización de estas iniciativas, en una escala masiva, tendrá para incorporar y asegurar un lugar apropiado para nuestro país en el presente y futuro del actual mundo global.

Por último, el que esto suceda requiere, necesariamente, el despertar y el trabajo articulado de tres agentes: los productores, los organismos de gobierno regionales -municipalidades- y las comunidades.

Abril de 2005

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Redacción

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